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Ignoto

Igualdad

No se porqué me da por meterme en estos berenjenales. A fin de cuentas, qué más da lo que yo piense al respecto. Sin embargo, llega un momento en que pareciera necesario decir algo, alzar un poco, sólo un poco, sin necesidad de gritar, la voz y decir, sin ánimo de ofender, lo que muchos (bueno, vale, algunos) pensamos, lo que hablamos cuando estamos entre amigos y gente de confianza pero que lamentablemente no podemos expresar en público. 

Yo no sé si vivimos en mundos distintos, no es una ironía. Admito esa posibilidad y admito también que en otros ámbitos sociales, culturales, geográficos etcétera, la realidad pueda ser distinta, Así que, para decir lo que digo me baso en lo que he vivido, y en todo aquello que ya sea por experiencia directa, ya por referencias haya podido aprender en el curso de mi existencia. 
He trabajado muchos años en la Administración Publica, jamás vi discriminación alguna por razón de sexo. En el día a día de la actividad laboral yo nunca aprecié una situación de discriminación flagrante. A la mayoría de gente que traté el hecho de que un profesional fuera hombre o mujer le traía al pairo, se hablaba de buenos y malos profesionales, de que éste o aquélla lo hacían bien o no tan bien. El sexo (las personas, creo, no tenemos género) no era una característica relevante. Tampoco veo tal discriminación o desigualdad en mi actual puesto de trabajo, que nada tiene que ver con la Administración Pública española. Lo que sí vi, y de forma escandalosa, fue discriminación en función del "color de la camiseta" que unos u otros llevaran, es decir, que pertenecieran o se los considerara cercanos a un partido político u otro. No exagero si digo que escuché hablar en términos mafiosos: ¿"Pero es o no es de los nuestros"? Esa fue la verdadera discriminación que yo ví y lo era tanto a derecha como a izquierda, porque, digámoslo ya, de una vez y para siempre, la valía moral, la honestidad, la decencia, no es patrimonio de unos u otros. Basta con abrir un poco los ojos para darse cuenta de que no se encarnan esos valores por el hecho de poseer un carnet u otro, por el hecho de votar a una rosa o a una gaviota, no digamos ya la hoz y el martillo o el símbolo morado del nuevo populismo. Esa es la discriminación y la putrefacción que yo ví, la generada por la maquinaria infecta de los partidos políticos y sindicatos.
Creo que va siendo hora de decir que no somos ni hombres ni mujeres, ni blancos ni negros, ni altos ni bajos, ni guapos ni feos, que eso no es lo relevante; no lo es al menos en nuestra consideración como miembros de un grupo social que inevitablemente ha de cohabitar y relacionarse. Somos seres humanos y  la única defensa a ultranza, la única batalla que merece la pena, es la de tratar de conseguir la igualdad de oportunidades, que todos tengan la posibilidad de desarrollarse, educarse, prosperar y, aunque suene cándido, tratar de ser felices. Pero la igualdad es de oportunidades, no de resultados. Mujeres y hombres somos iguales ante la ley, en obligaciones y derechos. No cabe, claro que no, discriminación alguna basada en las diferencias biológicas entre unos y otros; y éstas últimas, pues sí, por supuesto, existen y, además, pueden explicar ciertos comportamientos.
Por tanto, es muy simple: cualquiera que sobrepase los límites de lo legalmente admisible en una sociedad democrática e igualitaria ha de ser castigado y si se aprovecha de una posición dominante, si abusa de su superioridad, pues apliquense las agravantes sancionatorias que correspondan (todo eso está ya estudiado y en vigor desde hace muchos años). En el Derecho Penal se habla de las circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal: las agravantes y atenuantes. Las primeras, si concurren en la realización del delito, provocan un aumento de la pena. En el Derecho Penal Español, entre otras, se reconocen como tales: "Ejecutar el hecho con abuso de superioridad"; "Cometer el delito por motivos racistas (...) u otra clase de discrimination referente a: (...) sexo u orientación o identidad sexual, razones de género, la enfermedad que padezca o su discapacidad" 
Toda este nuevo credo según el cual es bueno, hasta obligatorio, ser feminista, mientras que los machistas deberían ser expulsados del grupo social, incluso encarcelados, no es, para mí, aceptable. Yo no veo una connotación positiva en ninguno de los dos términos. 
Ni feministas, ni machistas. Toda esa ideología lo que predica es la desigualdad, supuestamente para equilibrar la balanza, para erradicar del mapa esa supuesta sociedad patriarcal. La balanza es la ley, una ley que castigue implacablemente al que cometa violencias sobre cualquier otro ser humano sin causa justificativa para ello. Da igual si el sujeto pasivo de la violencia es blanco o negro, alto o bajo, hombre o mujer. Da igual. Si no da igual, no hay igualdad que valga. 

Politeness

Presumís de amables y educados, incluso justificáis vuestra ambigüedad e indefinición en esas supuestas normas de cortesía. Después de convivir con vosotros unos cuantos años, ya os voy conociendo. Son solo fórmulas, pero no significan en realidad nada. No son las palabras las que nos definen, sino los hechos, las actitudes. Y ahí, “amigos”, sois tan peregrinos y miserables como los demás, incluso más, porque pretendéis ocultarlo bajo ese ropaje hipócrita de lo que llamáis educación.

Hay palabras que jamás deberían pronunciarse si no hacen honor a su significado, palabras mayores que no pueden ser maltratadas por un constante uso espurio. No digas gracias, perdón, amigo o te quiero, si realmente no estás sintiendo aquello que esas palabras definen. No corrompas el lenguaje y la convivencia con el mal uso inflacionista de las mismas. Guarda silencio, es más honesto e inequívoco. No me digas el puto “sorry” si lo que en realidad quieres decir es que me aguante, que tú vas a hacer tu santa voluntad. No digas gracias cada dos minutos, no hace falta, no todo es gracioso ni graciable.

Anda, sé más educado comportándote con rectitud y honorabilidad, haz un esfuerzo por pensar que los demás también existen y merecen un respeto, cualquiera que sea la lengua que hablen, el color de su piel o la labor que realicen. Guárdate tus formalidades decimonónicas donde te quepan, pero no me putees en el trabajo, echa una mano, piensa que a veces es importante ayudar, aunque no esté en tu descripción laboral o como se dice por allá muy a menudo, no sea de tu puñetera competencia. Sé un poco menos egoísta, no etiquetes a la gente, córtate un poco a la hora de criticar, que sí, ya sabemos todos que tú eres muy "profesional”, otra palabrita que os encanta, y que nunca cometes errores. Sé menos robot de sonrisa automática y más persona de sonrisas luminosas, de las que son de verdad y no forzadas. Salúdame en la calle, en el supermercado, que sí, que nos conocemos, no sólo cuando estás dentro de las cuatro paredes de tu oficinita en las que das el pego ocho horas y pareciera que eres el colmo de la amabilidad. Sí caramba, dí hola cuando te cruzas con compañeros, que no pasa nada, que eso sí es educación y no esa falsa sonrisa laboral que ya no cuela. Ni esa insulsa conversación que disfrazas de interés personal. No preguntes si no quieres saber. Si preguntas por la opinión, lo normal es que te la den, si no la quieres o intuyes que no te va a gustar, no la pidas, no hagas el paripé, para quedar bien, o para cumplir el protocolo de la supuesta eficacia laboral. Para terminar, creéis que el dinero justifica cualquier esfuerzo y ampara cualquier desmán, y no, majetes, el dinero no lo compra todo.

 ¡Que os den por donde amargan los pepinos, subnormales!

Hipócritas

Cuando de forma directa, por circunstancias azarosas, incluso mediante artimañas más o menos ingeniosas, descubres lo que de verdad piensan sobre tí determinadas personas con las que convives o con las que pasas gran parte de tu vida, no sólo te llevas en ocasiones un monumental y doloroso chasco, sino que también, una vez pasado el primer desagradable trago, recibes un fogonazo de lucidez. No somos lo que parecemos, tampoco lo que pensamos que somos y menos aún lo que los demás piensan que somos. 

En el ámbito laboral la hipocresía hasta huele y tiene forma, en ocasiones, sin embargo, se disfraza de afectividad y amabilidad, de sonrisas cinematográficas y de comentarios graciosos o de aparente preocupación por las vidas y circunstancias de los demás. Hay verdaderos artistas de la ocultación, la adulación y la pantomima. Cuando estás al tanto de lo que piensan y te preguntan qué tal estás o se interesan por algo de lo que dices o piensas, sin importarles en absoluto o, lo que es más rastrero y vil, cuando constatas que simplemente buscan guión para después comentar, haciéndote un traje con su amiguito/a de turno, lo que dijiste o lo que no dijiste, resulta hasta gracioso. Cuando sabes que te sonríen, pero en realidad lo que debería reflejar su cara es algo muy distinto, tu sonríes también pero por dentro. Cómo podéis ser tan mentirosos y canallas.

Estos personajes no son necesariamente malos profesionales, quiero decir a menudo son gente que hace bien su trabajo y quizá por eso se permite el lujo de criticar a todo bicho viviente. “Fulanito o menganito no es un buen profesional, zutanito es el enchufado del jefe, aquélla es una envidiosa, a éste le faltan huevos y es un cobarde, éste otro piensa que es un desgraciado y no es más que un personaje tóxico" y así vamos  desfilando uno detrás de otro por su teatrillo de la pulla, por su pasarela del cotilleo. Aunque sabes que te la tratan de jugar, como te la jugaron desde un principio, aunque sabes que te critican, como te criticaron desde un principio, no puedes dejar de admirar lo bien que se desenvuelven en la mentira, sus dotes teatrales, su capacidad para hacer de toda esa podredumbre algo aparentemente cómico. Son muchas horas trabajando y los momentos de agobio o de aburrimiento los combaten con una crítica aquí y otra acullá. Es sorprendente porque estas personas hasta se permiten acusar a otras de negatividad, de protestar por todo y no estar nunca contentas, y son ellas, aunque no sea en público y frente a todos pero sí en su camarilla de la infamia, las que un día sí y otro también nos ponen de vuelta y media a todos los demás. La cuestión no es  si aciertan o no en sus críticas, por supuesto que todos y cada uno de nosotros somos criticables, todos fallamos, algunos hasta mucho, más de la cuenta, ¿pero acaso tienen estos ángeles de la perfección derecho a sembrar tanta ponzoña, a vivir pendientes de los errores de los demás para hacer de ello otra mañana repleta de acidez y de veneno, para recargar la escopeta del tiro al compañero?. ¡Qué náusea!

Cuando éramos deportistas.

Como simple aficionado, como deportista que fuí en mis años mozos, no de élite, por supuesto, me apetece escribir al respecto. Son cosas básicas. A mí me las enseñaron a las primeras de cambio, una vez que formé parte de un equipo y de una mínima disciplina colectiva. La filosofía era muy sencilla, pero acertada a mi juicio. Como me sucede en otros aspectos de la vida, lo que era entonces básico, esencial, no lo es hoy tanto, incluso se tildan de ñoñerías o de viejas reglas autoritarias.  

1.     Los jugadores juegan, el entrenador entrena.

2.    Entrenar significa dirigir, mandar, decidir; aportar soluciones en momentos de crisis, defender al grupo y su misión frente a cualquier individualidad. Nadie, por bueno que sea, está por encima del equipo. Las decisiones se adoptan en función del interés colectivo, no el particular de uno o varios jugadores, tampoco, claro está, el particular del entrenador.

3.     La alineación, la táctica, la estrategia; la planificación y dirección de las sesiones de entrenamiento son competencias exclusivas del entrenador y su cuerpo técnico. Si se equivocan, se equivocan ellos. Ésa es su prerrogativa y también su responsabilidad, exactamente igual que la de los jugadores es jugar, marcar goles, encestar canastas, defender a los oponentes etc.

4.     Un buen equipo requiere un buen entrenador.

5.    La misión es ganar partidos y competiciones. En el cumplimiento de esa misión no vale todo, hay que respetar reglas. La más importante, y sin la cual nada se sostiene, es el respeto al contrincante y al deporte que en cada caso se practica. 

6.    Hay un señor(a) vestido con un uniforme característico que es el juez del partido al que hay que respetar, aunque se equivoque una y mil veces. El árbitro deber ser el que pare el juego cuando hay una incidencia. Sí, dejémonos de pamplinas y de confundir lo que es fair play con puro teatro. Frente a los actorcitos que fingen lesiones y agresiones hay que utilizar la disciplina, igual que hay que utilizarla de forma rigurosa frente a aquellos que pretenden ganar a base de agresión, física o verbal, o vulnerando las reglas de cualquier otro modo. Los árbitros deben proteger la limpieza del juego y también el talento de los deportistas más dotados. No es de recibo que alguien sufra más de 10 faltas seguidas y eso no tenga repercusión disciplinaria inmediata.

7.    Para un deportista representar a su país en una competición internacional es un honor y un privilegio

8.     Si estás lesionado o en baja forma, no juegas.

9.     Si estás en el banquillo, tu misión es apoyar, animar y estar preparado para salir al campo en cualquier momento y hacerlo lo mejor que puedas.

10.  Si no trabajas y te esfuerzas, no juegas. Si vas por libre, no juegas. Si pretendes ejercer funciones reservadas al entrenador no sólo no juegas, sino que debes abandonar el grupo.

11.  Juegas como entrenas. Si entrenas al 40% es imposible que cuando la competición te exija dar el 100% estés en condiciones de darlo.

12.  Se juega corriendo y con intensidad, lo de jugar andando déjalo para cuando juegues con tus hijos, sobrinos o en las excursiones del colegio. Hay situaciones puntuales en un partido que exigen calma y pausa, y hasta parsimonia, pero esto no es, ni puede ser, el ritmo habitual de tu juego. Somos deportistas, no domingueros jugando una pachanga. Se supone que entrenamos para estar en forma y dar el máximo de nosotros mismos en cada competición, en cada minuto del partido.

13.  No hay recompensa sin esfuerzo

14.  No hay ataque eficaz sin defensa

15. Todo deportista sabe que no hay sólo una faceta importante en el juego. Sí, es cierto, hay una que es la más vistosa, la más atractiva para el espectador medio, pero no es la única. Tan importante es cortar un pase en el medio del campo, como dar una asistencia. Tan importante un rebote como un buen tiro desde la línea de tres puntos. Tu marcaste el gol, pero seguramente segundos antes un compañero tuyo se machacó ayudándote a defender al atacante del equipo contrario al que tu dejaste pasar o no supiste defender adecuadamente. 

16.  El objetivo es la portería, la canasta, los palos … que están al otro lado del medio campo, hay que ir hacia allí, hacia adelante.

17. Las glorias pasadas, la fama, los títulos antaño conseguidos, las estrellas en las camisetas no ganan partidos.

18.  Somos un equipo no once o cinco o veintidós jugadores. 

Todo lo anterior, y alguna cosa más que me dejo en el tintero, parecen ser reliquias o simplemente ideas aplicables en el ámbito aficionado, pero no en el profesional. Quizá. Si es así, yo me quedo con lo que considero puro deporte y no con lo otro, que ha dejado de ser tal para convertirse en negocio, marketing o cualquier otra cosa cuyo parecido con lo que tanto nos apasionaba de jóvenes es una remota coincidencia.  

“La Manada”. Algunas consideraciones tras la sentencia de instancia.

1.       Se trata de una sentencia que no es firme, es decir, cabe recurso contra la misma y, por lo tanto, no se ha dicho, en sede judicial, la última palabra sobre este asunto.

2.       Es una sentencia condenatoria y lo es apreciando la existencia de un delito grave, concretamente: Abuso sexual con prevalimiento. Las penas impuestas: 9 años de prisión, inhabilitación para el ejercicio del sufragio activo y pasivo durante el tiempo de la condena, prohibición de acercamiento a la denunciante, domicilio, lugar de trabajo o cualquier otro que sea frecuentado por ella a una distancia inferior a 500 metros, prohibición de comunicación (con la denunciante) por cualquier medio durante 15 años, 5 años de libertad vigilada, que se ejecutará con posterioridad a la pena de privativa de libertad. Además, los condenados deberán pagar conjunta y solidariamente en concepto de responsabilidad civil derivada del delito: 50.000 Euros a la denunciante y 1.531,37 Euros al Servicio Navarro de Salud. Uno de los miembros es asimismo condenado, como responsable de un delito de hurto menor, a una pena de dos meses de multa a razón de una cuota diaria de 15Euros.

3.       Esa condena les parece a algunos, o a muchos, inadecuada, incluso se utilizan calificativos mucho más gruesos, “vergonzosa”, “machista”, propia de una justicia y un sistema “patriarcal” etc. Quizá, antes de hablar tanto y tan alto, sería oportuno contrastar cómo sanciona nuestro Código Penal vigente otro tipo de delitos graves. Así, por ejemplo, el homicidio es sancionado con una pena de privación de libertad que oscila entre los 10 y los 15 años (hay modalidad agravada cuando concurren ciertas circunstancias)-. El asesinato con una pena privativa de libertad de 15 a 25 años, también con modalidades agravadas que supondrían aplicar la pena de prisión permanente revisable. El homicidio imprudente con una pena privativa de libertad de 1 a 4 años. Las lesiones, concretamente las consistentes en: “causar a otro la pérdida o inutilidad de un órgano o miembro principal, o de un sentido, la impotencia, la esterilidad, una grave deformidad somática o psíquica” con pena de prisión de 6 a 12 años. En fin, realizar comparaciones en torno a lo que sea más grave  queda fuera de estas líneas pero de acuerdo con los criterios del Código Penal no parece que la impuesta por la sentencia a la que nos referimos  se pueda calificar como de condena generosa o leve, salvo claro que se mantenga que los jueces yerran estrepitosamente y que debió haberse apreciado la concurrencia del delito de agresión sexual, cuya pena se matiza en función de las circunstancias concurrentes, pero habría que partir, a la luz de los hechos declarados probados, con la  de privativa de libertad de 12 a 15 años.

4.       Las descalificaciones a los jueces sentenciadores están fuera de lugar, de la lectura del documento se desprende que han trabajado y analizado con profusión el caso y que han decidido en conciencia y con arreglo a su leal saber y entender; cosa distinta es que hayan acertado o no en su valoración y decisión final. ¿Sería mucho pedir que se entrara a analizar y criticar el documento que refleja su actividad profesional y no sus personas y/o vidas? Claro, para ello es inexcusable leerse el documento, incluido, por supuesto, el voto particular discrepante. Y eso, me temo, exige un cierto esfuerzo no sólo en cuanto al tiempo que ha dedicarse a la lectura de la misma, sino también, y más importante, un esfuerzo de compresión lectora, que, lo siento, no aprecio en la mayoría de los opinadores, incluyendo aquí a cargos políticos con responsabilidades muy serias y a personas que aspiran a gobernar el país. Esto, pura y simplemente, es lamentable y muestra bien a las claras la calidad de nuestros representantes y dirigentes. 

5.       Los jueces sentenciadores no son todos hombres, son tres y es miembro de pleno derecho de la Sala una mujer, basta con leer la primera página de la sentencia para percatarse de ello. Dicho lo cual, a mí personalmente me trae sin cuidado si los sentenciadores son hombres o mujeres, como me trae sin cuidado para apreciar un trabajo bien (o mal) hecho el sexo del trabajador responsable del mismo.

6.       Quizá sea necesaria cierta formación, aunque presupongo que no demasiada, para darse cuenta y aceptar que se trata de un asunto extremadamente complejo, por razón no sólo de la naturaleza del (o los) delito(s) analizados, en los que la prueba sobre la concurrencia de violencia, intimidación, consentimiento de la víctima no solo es importante, sino esencial. Si no se cumplen las características de lo que en el Código esté definido como delito, no cabe imponer pena. Sobre esto habré de extenderme un poco más adelante, baste con decir que lo feo, lo sucio, lo amoral, lo desagradable, lo pestilente, lo asqueroso, lo miserable, incluso lo odioso o repugnante no tiene por qué ser delictivo, ni siquiera tiene por qué ser ilegal.  Asunto complejo igualmente porque la principal prueba de cargo es el testimonio de la víctima.

7.       Todo ciudadano español en pleno uso de sus facultades y con un nivel educativo general o básico debería saber que en la Sociedad en la que vivimos y en todos los Estados de nuestro entorno, a la hora de impartir justicia, de perseguir y sancionar a los que cometen delitos, existe un principio general  inmutable e inquebrantable, se llama Presunción de Inocencia y supone, entre otras cosas, que toda persona es inocente hasta que no quede demostrada su culpabilidad; que toda persona, incluso el criminal más sangriento y desalmado, tiene derecho a un juicio justo y con todas las garantías y, en definitiva, como puede leerse en la sentencia, que “Justicia es la que, tras el debido proceso, pronuncian  los tribunales”. “Cualquier condena debe sustentarse en una convicción de culpabilidad; esta convicción ha de estar más allá de toda duda razonable, racionalmente formada y argumentada de manera convincente a partir de datos probatorios bien adquiridos”.

8.       No es posible, no es legítimo, un Derecho penal de autor que impusiera las penas en atención a la personalidad de los enjuiciados, de los presuntos criminales, y no según la culpabilidad de éstos en la comisión de los hechos, los cuales, repito, han de ser descritos previamente en la norma, en nuestro Código Penal, como delitos o faltas. Dicho de otro modo, no se juzga si determinados miembros del grupo conocido con el nombre que encabeza estas líneas son o no unos “miserables sinvergüenzas”, sino si esos jóvenes cometieron o no un delito.

9.       Los jueces no redactan ni aprueban las leyes, eso corresponde a otro poder del Estado, el Legislativo, del que forman parte muchos de los relevantes personajes que, en los últimos días, algunos escasos 30 minutos después de hacerse pública la sentencia, han comentado, valorado y criticado con extrema dureza la misma. Los jueces deben aplicar la ley vigente y también, por si existieran dudas al respecto, son los encargados de interpretarla. Esto es importante porque a efectos penales no es violencia lo que nosotros podamos entender por tal sino lo que la jurisprudencia tras años de estudio, aplicación e interpretación de la ley entiende que lo es, insisto a los efectos de apreciar la concurrencia o no de determinados delitos. Si la ley no nos gusta, si la ley es ambigua, incluso si la interpretación que de forma reiterada hace el tribunal supremo de la misma nos parece anticuada, trasnochada o incompatible con las exigencias de una sociedad moderna, legislen sus señorías y cambien la redacción del Código Penal. Me permito decir que cada vez que lo hacen, especialmente cuando lo hacen “en caliente”, muchas de las reformas son peores y de más difícil interpretación que los textos reformados.

10.   La Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra es un órgano judicial colegiado, lo forman tres magistrados y la sentencia que se dicta se asume por todos los miembros que forman ese tribunal. Ahora bien, si uno de esos miembros no estuviera conforme con el contenido de la sentencia que resuelve el juicio no solo puede, sino que debe formular su parecer, y debe hacerlo dictando una especie de sentencia alternativa, es decir, debe explicar cómo hubiera ese magistrado discrepante resuelto el asunto, cuál debería haber sido el veredicto de la sala según su parecer. Por consiguiente, tiene que argumentar y fundamentar por qué se aparta de la decisión mayoritaria. No conozco ningún precepto legal que diga que ese parecer discrepante, ese voto particular, tenga que ser más corto o escueto que el pronunciamiento mayoritario, como tampoco nada impide que pudiera, hablo ahora en términos generales, ser más comprensible, mejor fundado y de mayor altura técnica que aquél. Por supuesto, huelga decirlo, también lo contrario.

11.  El magistrado discrepante no dice lo que dice porque “no crea” a la denunciante. El argumento es distinto, el argumento en esencia es que para condenar a los denunciados se han de probar, sin sombra de duda, los hechos constitutivos de delito, así como la participación culpable en los mismos de los acusados. No puedo resumir aquí todo lo argumentado por el juez, pero es asombroso que se diga, empezando por el Ministro de Justicia, lo que se ha dicho sobre el citado voto particular sin, a lo que parece, haberlo leído y entendido. En ese voto particular el magistrado explica pormenorizadamente el porqué de su decisión. Cómo la denunciante no ha sido coherente a lo largo del proceso, cuando si lo han sido desde un principio los acusados, cómo ha existido en ciertos peritos, incluso en ciertos agentes de la autoridad, una predisposición a la condena, un posicionarse desde el principio en contra de los acusados sin analizar y constatar todos los datos relevantes, también, claro, aquellos que pudieran favorecerles; qué es lo que resulta tras la apreciación de los videos, cómo se valoran y explican y analizan esas imágenes, él mismo como juez competente, pero también los peritos intervinientes. Qué es lo que sucede y cómo antes de que los cinco acusados y la víctima entren en el ya tristemente famoso portal de la calle Paulino Caballero de Pamplona; cómo la víctima no mantiene inmutable y uniforme su relato de los hechos, rectifica, a juicio del discrepante de manera decisiva, lo declarado primero ante la policía y juez instrucción y luego, más tarde, en el desarrollo del juicio oral, incurriendo con ello en contradicción. En fin, son más de doscientos folios de prolija explicación y argumentación, léanlos señores con responsabilidades políticas, léanlos señores opinadores de los medios de comunicación.  El juez discrepante manifiesta, en suma, que hay, mejor dicho, que él tiene dudas razonables y lo razona con exhaustividad. ¿Son correctas sus conclusiones? No en primera instancia puesto que la sentencia es condenatoria, o sea, los otros dos magistrados sí han apreciado la existencia de delito. Esperemos y veamos cómo se resuelve el asunto en la instancia superior. Sin embargo, ninguno de los jueces, pese al desacuerdo, ha apreciado la concurrencia de violencia o intimidación típica. ¿Son todos ellos unos zopencos? ¿Son todos ellos cómplices de un sistema opresivo e injusto? Por supuesto que llaman la atención, aparte de los de contenido sexual, que han sido admitidos por todos, víctima y condenados, ciertos comportamientos previos y posteriores a los hechos que ocurrieron en el citado portal y que desde luego no parecen avalar la tesis de que nada delictivo ocurrió. Pero hay que leer la sentencia y seguir los razonamientos utilizados por unos y otros. Finalmente, todos, también los jueces, nos equivocamos, afortunadamente las decisiones de éstos últimos normalmente son, como en este caso, revisables por una instancia superior.

     Para terminar, cada uno que piense y valore lo que quiera, que para eso somos, o eso dicen, libres. A mí también me repugna imaginarme la película de los hechos tal y como se relatan en la sentencia. ¿Además de repugnante es delito? Más aún, ¿es el delito que la opinión pública, al menos la parte de ella que se está expresando con más vehemencia, afirma que es? Eso es lo que tienen que decidir los jueces.

La La Land

Vaya por delante que no soy devoto de los musicales. No es ni mucho menos mi género favorito. Así, a bote pronto, puedo recordar muy pocos que me hayan parecido extraordinarios y con los que realmente haya disfrutado. La leyenda de la ciudad sin nombre, Victor o Victoria, Cabaret, Moulin Rouge o Chicago (Si, ya sé que hay más pero éstos son los míos)

La La Land es una buena pelicula, no voy a polemizar al respecto. Sin embargo, y como me ocurrió con The Revenant (los incondicionales harían muy bien en recordar Jeremiah Johnson de Sidney Pollack), no me ha parecido esa obra maestra, ese peliculón del que muchos hablan sin parar. La verdadera película, lo que a mí más me ha interesado, incluso lo que salva al conjunto de ser una pelicula ñoña o excesivamente dulzona y trillada, bien que con musica aceptable y buenos actores, son los 30 o 40 últimos minutos, en concreto, desde que el protagonista masculino decide ir a buscar a la chica para convencerla de hacer ese último casting que acaba siendo el definitivo y exitoso. Lo demás, salvo  algunas escenas de calidad: el baile del principio, la fiesta en la casa con piscina, el baile en pareja en lo alto de la colina mientras se dirijen hacia los coches después de la fiesta y quizá la discusión que provoca su separación, sinceramente no me parece del otro mundo: decorados de cartón piedra, efectos gominola y momentos demasiado empalagosos.

Pero la parte final me parece espectacular, esa rapida recreación de escenas mientras él toca "su canción" en su club en presencia de ella y su actual marido/pareja. Esa fugaz representación de lo que pudo haber sido y no fue en un rapidísimo flashback alternativo es sin duda lo mejor. Ahí se resume la pelicula y, a mi modo de ver, ahí reside su esencia, su mensaje. Es en ese momento final donde yo sí conecto plenamente porque no es ni más ni menos que la expresión de que esta vida no es ni será nunca perfecta. Ambos consiguen su sueño: éxito y reconocimiento como actriz, ella; tocar Jazz en su propio club, él. Sin embargo, ese éxito lleva aparejado un alto precio: la ruptura de la pareja, el adiós defitivo al amor de sus vidas y, quizá, aunque esto se intuye más en él que en ella, la renuncia a la felicidad. No hay paraíso, no hay felicidad absoluta. Grandes logros, grandes fracasos. Aunque suene materialista y en cierto modo contrario al espíritu de la película: nada es gratis, todo tiene un precio, un costo, una pérdida que puede ser insuperable.

Al final, los dos protagonistas se miran (otra gran secuencia) y se sonríen, pero yo interpreto eso como una sonrisa de resignación, como un tácito reconocimiento de que al menos pudieron conseguir lo que ambos soñaban, pero el sueño, que sólo era bonito cuando lo compartían, desapareció. Yo toco, tu actuas. Pero no estamos juntos. Vaya putada (con perdón).

Sí, hay que ver la peli. Es triste pero al menos hasta el desenlace el camino y la música que nos acompaña merecen la pena.

EL SEÑOR RATO Y LA SELECCIÓN ESPAÑOLA DE FÚTBOL

La verdad es que una vez escrito y releído el título, parece ridícula la conexión que pretendo hacer entre ambos sujetos. No obstante, allá va. 

Me he decidido a escribir sobre ello, a raíz del escueto intercambio de mensajes a través del teléfono con algunos de mis amigos tras la lectura de las noticias y comentarios sobre el lío de Rato o "Ratogate". 

Yo envié a mis amigos el enlace a la noticia del periódico "El Mundo" y específicamente al cuadro que publicaban respecto al Patrimonio y cantidades que el ex vicepresidente del Gobierno y su familia habrían defraudado a Hacienda. La contestación fue el enlace a un artículo publicado en el mismo periódico por D. Arcadi Espada, titulado: "Caza y fusilamiento", que hablaba básicamente de la indefensión del citado, del teatro mediático de su detención y de la condena anticipada sin juicio previo. Bueno, sí, ¿y qué? ¿O es que es esto acaso algo nuevo? Forma parte también del ambiente de corruptela y “raterismo” a todos los niveles en el que el país se mueve desde hace tiempo. También pasó con Lola Flores, La Pantoja, Teddy Bautista y varios más, cuyos nombres eran de sobra conocidos por la ciudadanía. Sí, se montaba un circo con claras intenciones ejemplificadoras u otras más aviesas e inconfesables. De acuerdo, otro fallo más del sistema, otra corruptela si se quiere, otra injusticia más.

Pero cuidado, no caigamos en la tentación de defender lo que es indefendible. Y aquí es donde pretendo introducir la referencia a la selección española de fútbol.

Yo vi el Mundial fuera de España. Desde hace cierto tiempo no resido en mi país y, se quiera o no, parece que los sentimientos de pertenencia a la tribu que habla tu mismo idioma, canta tus mismas canciones y come la misma comida se exacerban cuando estás lejos y ves un acontecimiento de esta índole. Cuando estás rodeado de extraños que no comulgan en nada o casi nada de lo anterior y cuyo color de camiseta es distinto, pues parece que la adrenalina, o lo que quiera que actúe en nuestra psique y cuerpo, se dispara. Eso al menos es lo que me sucedió a mí en aquél campeonato de infausto recuerdo. Viendo la humillante derrota que España sufrió ante Holanda pasé por diversas fases de distress o discomfort, que dirían los ingleses. Rabia, desesperación, indignación, vergüenza, pena, impotencia... En fin, tampoco quiero recordarlo, mejor dicho revivirlo, demasiado. La imagen de algunos ingleses medio borrachos partiéndose de risa cada vez que España la pifiaba o que le colaban un gol a Casillas la tengo grabada en el cerebro, como también las ganas que tenía de estamparle el vaso en la cabeza a un francés- o similar- que tenía a mi lado jaleando cada jugada de los tulipanes y agitando el brazo con el puño apretado cada vez que nos daban en los morros, y fueron unas cuantas.

No sé muy bien con qué propósito, quizá desahogarme o compartir con otros el malestar y la indignación por tan lamentable espectáculo, después de esperar, como esperábamos casi todos, una digna actuación de nuestro equipo, en aquel entonces vigente campeón de Europa y el Mundo, pero lo cierto es que cuando llegué a casa escribí un mensaje en nuestro grupo de WhatsApp, creo que "humillante y vergonzosa derrota" o algo parecido. Pues bien, algunos de mis amigos, más de uno y de dos, contestaron que fue cuestión de mala suerte. Yo no daba crédito, pensé al principio que estaban de broma, pero no, en absoluto, era una opinión que mantenían y fundaban o trataban de fundar, según mi criterio. Creo que el cabreo se me multiplicó por 3. Pero bueno, ¿es que estaba yo viviendo una realidad paralela, es que quizá bebí demasiadas cervezas durante el encuentro? no, ni una cosa ni otra. Discrepábamos frontalmente respecto a una misma realidad, pero la diferencia de criterios era brutal, irreconciliable. ¿Pero qué partido habéis visto vosotros? y ellos: ¡pero hombre si David Silva la cuela en esa oportunidad que tuvo en el primer tiempo! Sí, claro, y si la Abuela no fumara... En fin, así estuvimos un buen rato y el debate se calentó, al menos en lo que a mí respecta, más de la cuenta. Finalmente, creo que todos decidimos darlo por zanjado y esperar a que la selección demostrara en los siguientes partidos la calidad que se le suponía. No fue así, aunque en las subsiguientes ocasiones yo ya no inicie ningún estéril debate al respecto.

Pensaba entonces, y sigo pensando ahora, que hay cosas indefendibles. Que la pasión, incluso el amor, no nos puede cegar a la hora de juzgar con cierta racionalidad o pretensión de objetividad ciertos acontecimientos. No se puede afirmar cuando te meten cinco (5) "perillos" y te dan un baño de tal calibre como el que nos dieron los holandeses que el equipo tuvo mala suerte, eso, con perdón, sólo es propio de forofos. El fútbol, sobre todo el fútbol moderno, es algo más, mucho más, que tocar el balón bien, dar 20 pases en medio campo para avanzar medio metro, o hacer 3 o 4 regates. Hay tácticas, hay estrategias, hay eso que antaño se solía denominar como "estar en forma" o "condición física" y hay también, no menos importante que la anterior, una condición psíquica, relacionada con la concentración, la mentalidad colectiva frente al individualismo, la férrea voluntad de luchar por la victoria, etc... Pues bien, en todos esos aspectos añadidos los holandeses, los chilenos e incluso también los  Australianos, pese a vencer a estos últimos, nos dieron un baño, cien vueltas. 

Que España falló mucho, toma, claro, pero es que en acertar consiste el juego caramba! y muchas veces el desacierto es fruto no de la falta de talento, sino de preparación y ambición: ambas brillaron ostensiblemente por su ausencia en aquel equipo que años antes nos hizo campeones de Europa y del Mundo. Esos títulos, aunque así dicho resulte cruel, formaban parte del pasado, un nuevo campeonato exige no sólo una nueva camiseta con una estrellita encima del escudo, sino, una nueva puesta en escena, una nueva búsqueda, poniendo todos los medios idóneos al alcance, de la victoria. Eso no se produjo y pasó lo que pasó; y no se es menos español o menos aficionado o seguidor de la Selección española por decir eso que, en mi criterio, fue ostentoso, obvio. No se puede, pues, defender lo indefendible, no se puede decir que hubo mala suerte cuando lo que hubo fue un equipo totalmente superado, desfondado y que jugó penosamente.

Pues bien, exactamente igual el "forofismo" asoma el lomo en política tanto o más que en el fútbol y el deporte en general. Registro y detención de Rato, publicándose unos datos de fraude escandalosos. Serán o no delito, eso no lo sabremos hasta que recaiga sentencia firme, tampoco sabemos, por cierto, cuándo sucederá eso... ¿5 años? Pero lo que no se puede, a mi juicio, es poner el acento en que la detención y registro, a la luz de las cámaras, fue un circo, que no hay derecho a eso, que se le condena sin juicio previo y sin saber realmente lo que pasó. Con ser ciertas esas cosas, también lo es que el Vicepresidente del Gobierno, además titular de la cartera competente en aquellas fechas en materia de economía y Hacienda, defraudó a Hacienda, mejor dicho, para ser un poco cauto en las afirmaciones: No pagó a la Hacienda Pública, esa que el famoso eslogan decía que éramos todos, lo que debía haber pagado. Por eso el Sr. Rato se acogió a esa increíble e infumable amnistía fiscal1 que aprobó en el año 2012 su propio partido. A partir de ahí, como ya han glosado muchos periodistas, la caída del que se dijo fue el mejor Ministro económico de nuestro país, fue progresiva: dimisión del “cargazo” en el FMI, asunción de la Presidencia de Bankia, descalabro y gigantesco fraude-tarjetas black incluidas- de la entidad bancaria, aunque éste ya venía de mucho antes, y finalmente esta última noticia sobre posible blanqueo y evasión de capitales. Conviene además tener presente que la denuncia que motivó la detención y registro no proviene de un particular sino que es una denuncia cualificada, deriva de una investigación realizada por la Agencia Tributaria de la que resultan movimientos y actuaciones altamente sospechas, sociedades fantasma, trasvase de fondos, presumiblemente con el objetivo de evitar responder patrimonialmente en el asunto Bankia. En fin, conviene no olvidar que el Fiscal insta tales actuaciones y que el Juez las ordena. Me niego a creer que éste, el nuestro, sea un país en el que se llevan a cabo tales medidas procesales, sin una apariencia más que fundada de legalidad. Apariencia, por cierto, que no consigo ver, a la luz de todo lo publicado en los últimos días, en el comportamiento del aludido superministro de Economía.

Las formas son importantes en Derecho, sin duda, y en el futuro se verá si lo que se hizo y cómo se hizo tiene alguna trascendencia a la hora de determinar si el Sr. Rato cometió o no algún delito, pero de ahí  a defender al citado hay un trecho abismal, imposible de saltar, salvo que se sea partidista o por utilizar el término deportivo antes mencionado: "forofo".

 

1 En las más recientes comparecencias parlamentarias, los miembros del PP dicen que no fue una amnistia fiscal, como las que hizo el PSOE, sino una regularizacion fiscal. Lo que invita a citar las famosas palabras de George Orwell: political language is designed to make lies sound truthful and murder respectable, and to give an appearance of solidity to pure wind

 

¿Derecho a ofender?

Escribo esto tras los sucesos de Paris del pasado 7/01/15: asesinato de doce personas tras un atentado en la revista francesa "Charlie Hebdo".

Estoy realmente confundido, no, esa no es la palabra adecuada. Peco de inmodestia, lo sé, pero creo que gran parte de la gente y de la opinión pública, mejor dicho, publicada, que es muy diferente, están confundidos. Gravemente confundidos por las consecuencias que de ello pudieran derivarse, que de hecho ya se derivan.
Sé que uno ha de ser extremadamente cuidadoso con lo que dice y a pesar de ello, bien por propia incapacidad personal a la hora de decirlo, bien por la intencionada o inconscientemente errónea interpretación que los demás hagan de lo que uno expone sobre determinados temas delicados, puede generar un efecto totalmente contrario al deseado. Como dijo hace poco un actor en un una gala de premios norteamericana: diga lo que diga causará polémica, asi que lo único que diré es: "gracias por el premio". Genial, tiene toda la razón.
Sin embargo, es en momentos como éstos en los que se echa en falta análisis ponderados y exactos sobre la trascendencia de lo que ocurre y por qué ocurre y no la simple repetición de slóganes más o menos ingeniosos.
 ¿"De verdad somos todos Charlie Hebdo"? ¿Qué es lo que queréis decir con eso?
Por supuesto que condenamos el vil asesinato de los periodistas, también supongo el de hombres, mujeres y niños en guerras que en su día se calificaron de "legítimas" y que luego  resultaron no serlo tanto. Suponiendo que haya guerras que puedan ser calificadas de tales. Pero bueno, a lo que voy, que me lío.
Leo en la prensa, especialmente la inglesa que es la que más cerca tengo ahora, que hay que defender el "Derecho a ofender", también  lo he visto en medios españoles. 
Estoy pasmado. ¿Qué derecho es ese? Es la primera vez en mi vida que oigo algo semejante y aunque estoy desconectado del mundo jurídico, tengo cierta formación en esa materia. Nunca oí semejante cosa, nunca estudie el contenido y límites, importante palabra ésta última, del supuesto derecho a ofender.
Imagino que se están refiriendo a la libertades de expresión e información. Las cuales, como se sabe, están contempladas en el Art. 20 de la Constitución. Pues bien, cualquier jurista de medio pelo (no hace falta ser jurista, cualquier persona con un mínimo de sentido común) sabe que no hay Libertades o Derechos absolutos e ilimitados. No existe una libertad infinita de decir lo que quiero y como quiero en todo momento y lugar. También existen, y deben ser considerados y protegidos, el honor, la intimidad, la propia imagen, la dignidad del resto de las personas, incluso, por muy decrépitas que estén hoy, de ciertas instituciones. 
Yo no puedo ir por la calle llamándole a la gente lo primero que se me pasa por la cabeza (ello incluso aunque pueda ser cierto o ingenioso o haga reir a otros que comparten mi "peculiar sentido del humor") No, usted tiene derecho a opinar, a reirse, ¿pero lo tiene también a mi costa? ¿Puede usted difamarme, insultarme, injuriarme al amparo de esas libertades que usted tanto esgrime y defiende?. 
Creo que no, y juridicamente la respuesta es la misma: No, claro que no. Si las personas de a pie no podemos, los periodistas, que no son distintos, creo yo, tampoco.
Las palabras y las imágenes pueden causar mucho daño. El daño moral, psíquico, espiritual o intelectual, si se quiere, es mucho más dificil de cuantificar y valorar que el daño físico. Pero es lesivo igualmente, a veces con efectos secundarios imprevisibles y mucho más duraderos que el daño físico. 
Claro que hay límites a la libertad de expresión, lo dice mejor el Tribunal Constitucional:
 
Esta libertad fundamental comprende, junto a la mera expresión de juicios de valor, la crítica de la conducta de otro, aun cuando la misma sea desabrida y pueda molestar, inquietar o disgustar a quien se dirige (SSTC 6/2000, de 17 de enero, FJ 5; 49/2001, de 26 de febrero, FJ 4; y 204/2001, de 15 de octubre, FJ 4. STEDH Handyside c. Reino Unido, 7 de diciembre de 1976, § 49), pues “así lo requieren el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura, sin los cuales no existe sociedad democrática” (...)

la libertad de expresión es más amplia que la libertad de información al no operar en el ejercicio de aquélla el límite interno de veracidad que es aplicable a ésta” (STC 107/1988, de 8 de junio, FJ 2), lo que se justifica en que “tiene por objeto presentar ideas, opiniones o juicios de valor subjetivos que no se prestan a una demostración de su exactitud” (STC 51/1989, de 22 de febrero, FJ 2) (...)

Al igual que sucede con los restantes derechos fundamentales, el ejercicio del derecho a la libertad de expresión está sometido a límites constitucionales que este Tribunal ha ido perfilando progresivamente. Al tratarse de la formulación de opiniones y creencias personales, sin pretensión de sentar hechos o afirmar datos objetivos, si bien no está condicionada por la veracidad que se establece para la libertad de información, su campo de acción sí que ha de venir delimitado en primer lugar por la ausencia de “frases y expresiones ultrajantes y ofensivas sin relación con las ideas u opiniones que se expongan, y por tanto, innecesarias a este propósito” (SSTC 105/1990, de 6 de junio, FJ 4; 20/2002, de 28 de enero, FJ 4; 108/2008, de 22 de septiembre, FJ 6). Junto a ello, la tendencia expansiva de la libertad de expresión encuentra también su límite en el respeto al contenido normativo garantizado por otros derechos fundamentales, cuya afectación no resulta necesaria para la realización constitucional del derecho. Como hemos señalado en ocasiones anteriores, el deslinde de la libertad de expresión no es nunca total y absoluto (por todas, STC 173/1995, de 21 de noviembre, FJ 3) (...)

el propio apartado 4 del art. 20 CE dispone que todas las libertades reconocidas en el precepto tienen su límite en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia, que cumplen así lo que hemos denominado “función limitadora” en relación con dichas libertades (por todas, STC 117/1994, de 25 de abril, FJ 2). No obstante, más allá de esos topes constitucionalmente establecidos a la vis expansiva de la libertad de expresión, este Tribunal ha reconocido también que el respeto al contenido del derecho, y a su dimensión general en cuanto garantía esencial del Estado democrático, impide someterlo a bienes o valores de rango infraconstitucional. Así, en concreto, hemos señalado que “el buen gusto o la calidad literaria no constituyen límites constitucionales a dicho derecho” (STC 51/2008, de 14 de abril, FJ 5).
Todo se complica aún si cabe más cuando está en juego además la libertad religiosa, que obviamente tampoco es ilimitada. Así, ante las críticas y las sátiras, de forma general, los creyentes de una y otra religión han de aguantarse. Pueden en efecto sentirse ofendidos, pero tal ofensa no es siempre penal o jurídicamente relevante, lo cual, a mi modo de ver, no impide que pueda serlo desde el punto de vista moral. También se me dirá, y seguramente con razón, que depende de qué criterios o valores morales maneje y acepte uno. Bien, de acuerdo.  A mi personalmente, con carácter general también, no me resultan "graciosos" todos estos dibujos y caricaturas de Mahoma, Jesucristo etc... Pero, claro, mi reacción no deja de ser interna o como mucho, dejar de leer, ver o escuchar tal o cual medio de comunicación. Pero sigue siendo este un terreno muy resbaladizo, porque una vez más la sátira puede ser un instrumento que lejos de generar risa, incite al odio, a la violencia.
La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ponía de relieve el año 2006 que la experiencia mundial, desde las atrocidades nazis al genocidio en Rwanda y otros episodios más recientes, demuestra que es posible abusar de la palabra hablada y de los medios de comunicación en general para promover el odio, la discordia e incluso la violencia. El problema es como hacer frente al efecto nefasto del discurso de odio sin poner en peligro la libertad de expresión, el libre intercambio de pensamientos e ideas y otras libertades que constituyen el fundamento mismo de los derechos humanos (Francisca Pérez Madrid, Incitación al odio religioso o "hate speech" y libertad de expresión en Rev. General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado).
¿Unas caricaturas sobre Mahoma o Jesucristo traspasan los límites de la libertad de expresión? Seguramente no. Si lo hicieren, en un sistema civilizado, ahí están los jueces y tribunales para aplicando la legislación vigente decidir sobre el particular. Yo tengo derecho a expresar libremente mi opinión, incluso en el caso de que otros puedan sentirse ofendidos, sí, obviamente también depende del grado de sensibilidad  de los que se ofenden. Pero si tenemos tan claro que no es gracioso el nazismo, o que ni puñetera gracia hace ver a un politico disfrazado de nazi haciendo bromas sobre el holocausto judío en una fiesta, o que la libertad de expresión no ampara la defensa del citado régimen, otras cosas no deberían sorprendernos tanto. Los chistes sobre negros (la propia palabra es para muchos incorrecta) o chinos tan populares en otro tiempo están hoy mal vistos, aquí en UK donde vivo has de andarte con mucho ojo si no quieres verte en un serio problema legal si abusas de ese tipo de bromas. Todavía recuerdo el escándalo y las consecuencias que para el difunto Luis Aragonés tuvieron las palabras que en tono de chanza y en conversación privada con un jugador de la seleción española formuló en el curso de un entrenamiento: "tu eres mucho mejor que el negro".. Si esto es censurable, ¿por qué otras cosas que son extremadamente ofensivas para otras personas no lo son?. ¿No rigen aquí también, tratándose de nazis o personas con color de piel distinto, las libertades de pensamiento y expresión?. Si yo voy diciendo en alta voz a cualquiera que se cruza conmigo que es feo, o gordo, o que huele mal es muy probable que alguno reaccione mal ante el uso que yo hago de mi libertad de expresión... "¿oiga pero por qué se pone usted así si pesa más de 100 kilos y es un hecho irrefutable que está gordo?" "oiga a usted no le contratarían jamás como modelo, ¿pero se ha mirado alguna vez al espejo?" "No se enfade, tenga un mínimo sentido del humor, ríase de sí mismo, tanto como me río yo de usted".  "¡Hay que ver esta gente antidemócrata que no entiende lo que es la libertad de expresión en una sociedad avanzada!". Hay límites, tiene que haber límites, de lo contrario por causa de palabras desafortunadas y "ofensivas u odiosas" surgen conflictos dificilmente atajables.
Resulta que las recientes palabras del Papa son desafortunadas. ¡Pero hombre! él, que yo sepa, sólo ha reclamado respeto por las íntimas creencias de los demás. Y si, como él ha dicho para tratar de ejemplificar que no de justificar, te metes con la madre de alguien en uso de tu "aguda" libertad de expresión es posible que alguno te suelte un guantazo. ¿Está bien el guantazo? Pues no. ¿Está bien que tu te metas con su madre? Creo que tampoco.
Y ahora, sigamos repitiendo slóganes...