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Ignoto

GRANDES COMPAÑÍAS, MEZQUINAS ACTITUDES

Hacía tiempo que no escribía. Nada ha cambiado, ni siquiera la famosa avería de casa que va camino de ingresar en el libro Ginness  de los records. Desde el 29 de junio hasta la fecha para arreglar una gotera por rotura de tubería. Si el inquilino no es en la inmensa mayoría de los casos la parte débil de la relación jurídica que se  establece  entre él y el propietario, éste sería un ejemplo que demostraría lo contrario. Por mucho que intente templar gaitas el abogado al que me he visto obligado a ir, al que me han arrastrado, lo cierto es que no hay todavía arreglo porque al propietario, más concretamente a quien administra sus  bienes en su nombre, no se le pone en las narices y hay que aguantar o irse a un pleito,  que se eternizará y en el que casi es como jugárselo a la lotería, porque, como me dice el letrado, hay sentencias de todo tipo. De nada valen los escritos, los cabreos, las tropecientas llamadas telefónicas. Lo arreglarán definitivamente cuando a ellos, o sea, el administrador y  la persona a quien él contrata para ello, su amiguete, lo consideren oportuno y, como he dado guerra, incluso vociferado (la paciencia tiene límites) pues están tensando la cuerda y la táctica, para mi, es clara: "que se joda, que espere un poco más; que vaya a juicio si quiere, total la casa no es nuestra y ya lo arreglaremos antes de que llegue la sangre al río, pero mientras tanto, que el niñato, me imagino que así me consideran al ser más joven que ellos, y su familia se fastidien y joroben un poco más". Total, que así estamos, sin apenas poder entrar en la cocina de la que nos hemos visto obligados a retirar la encimera y el fregadero, con el suelo levantado, las tuberías al aire y los electrodomésticos cambiados de ubicación. Hay gente despreciable en este mundo, el responsable de este sinsentido forma parte de ese grupo cada vez más amplio.

 

En mi caso la indignación, como otras veces la tristeza, con o  sin causas reconocibles, es lo que me ha llevado a redactar unas líneas. Sólo así soy capaz de tranquilizarme, supongo que puedo imaginar otros métodos pero éstos serían de muy dudosa legalidad y me temo que a la larga también de dudosa eficacia.

 

Hay situaciones que en si mismas consideradas son banales, sin importancia. Pero cuando esas se producen en determinados ambientes o se  unen a un cúmulo de injusticias o desgracias previas entonces son capaces de desencadenar sentimientos quizá desproporcionados y, en este caso, el presente escrito. Me refiero en concreto a dos situaciones: El anuncio de la  compañía "2A" o "A al cuadrado" ( hay que escribirlo así, porque luego a este tipo de cosas sí hacen el oportuno y pertinente caso y no esta uno como para encima verse sometido a la demanda o querella de turno, para esto si pueden ser eficacísimos) en la televisión, que lo he visto justamente cuando esa compañía con la que teníamos una  póliza de hogar desde hace tiempo nos  da la espalda en el asunto que comentaba al principio y después de estar pagando varios años, más de uno, de dos y de tres, una cantidad que ronda los 300 euros, después de habernos atendido el año pasado sin problema, vienen y se descuelgan con que existe lo que llaman "infraseguro" en la póliza y que no pueden actuar, ofreciendo una indemnización irrisoria que a fecha de hoy todavía no me consta hayan ingresado en la cuenta corriente del  asegurado, mi padre. Pero eso no es lo peor, lo peor son las formas. Escasa, por no  decir nula, atención  y consideración. Tras  la visita de  la  perito ( ¿o ahora hay que decir perita?) correspondiente, casi una semana después del aviso de gotera, nadie se pone en contacto con el que suscribe ni con el titular de  la póliza para explicarle porqué una señora o señorita afirma ( tenga o no tenga razón, ese  es otro tema)   que existe  infraseguro y que por lo tanto de reparar la avería "nones", que se queda Vd. con la fuga de agua, con el techo agrietado y si se le  inunda la casa o se le cae el techo encima no  es cosa nuestra. Solicito primero por escrito (tres), seguidamente en persona: visita surrealista a la sede mastodóntica de la  Compañía en la ciudad en la que resido ( muy bonita la oficina, oigan) en la que, como si me estuvieran haciendo un favor, no  exagero nada, me dan un número de teléfono de una centralita para que llame  y me entere de quien es el gestor de mi siniestro, ellos no saben si existe, si es persona animal o cosa  y,  esa  es la impresión con la que sale uno de las meritadas oficinas, tampoco quieren saberlo. "Allá se las apañe Vd." Finalmente, mediante llamada telefónica (dos) que atiende amablemente una, presumo, señorita, la cual no puede pasarme con el gestor o tramitador de mi siniestro, bien porque no está,  bien porque está muy  ocupado. La telefonista toma nota de  mi número de teléfono móvil diciéndome que en breve (todo es relativo en esta vida, en breve puede significar antes de mi fallecimiento, ya sabemos todos cuán fugaz es nuestra existencia  terrena) se pondrán en contacto conmigo. Eso sí, el servicio de atención al cliente me envió,  en contestación a  uno de los  míos previos, escrito  diciéndome, con una redacción estereotipada y propia de un modelo que  seguro utilizarán tropecientas mil veces, que todo estaba correcto, mandaron también sibilinamente en sobre aparte y con acuse de recibo el nombramiento de un perito que yo no sabía entonces para qué  era  y que, tarde, me he dado cuenta de su trascendencia. Comprenderán ustedes que ahora al ver el anuncio ese  tan bonito de la empresa en la televisión a mi se me ponga la cara rara y si  "A2" anuncia lo que anuncia, yo digo que sí, que por el monte las sardinas.... Que ustedes se han comportado conmigo de forma grosera, sin explicación ni atención alguna y que  lo de inventar nuevos seguros, sin son cómo estos mejor nos quedamos con los antiguos señores de "ARSA", perdón "A2".

 

Pero no  acaba aquí la cosa, no. Este verano leí una novela que la verdad  me enganchó de principio a fin como hacía tiempo que no lo conseguía ninguna. Se titula... mejor no voy a decir el título, no sea que además de esto se beneficie la editorial. A lo que voy, dado que forma parte de una trilogía decidí investigar un poquito y me metí con des-parpajo y tino en la página  web de la editorial correspondiente, sin duda una de las más prestigiosas del país. En la  página aparece abundante información sobre la novela, su espectacular acogida, su buena crítica y bla, bla, bla. No aparece, yo no lo  vi, referencia alguna a la publicación en España  de la segunda parte, aunque, eso sí, ya nos  venden con la primera un anticipo mínimo de ella. Como en la página Web hay un apartado que se titula contacte con nosotros, o algo así, pues decidí, ingenuo de mí, enviar un correo electrónico al departamento correspondiente solicitando información sobre la fecha aproximada en que se tenía prevista la salida del segundo tomo de la trilogía, que uno estaba ansioso por leerla. Transcurren las semanas y nada ni  acuse de recibo, ni respuesta ni nada de nada...Muy típico esto en España, por cierto. Vuelvo a la página de la editorial y envío otro atento correo indicándoles que dada su importancia, la de la editorial, me ha extrañado no recibir respuesta alguna... Transcurrida otra semana desde este último correo les mando otro más con cierta indignación y les manifiesto a los señores/as responsables que no responden que la mínima diligencia de una empresa seria que se publicita y ofrece determinados servicios en la red, incluido el de atender y permitir a sus clientes ( entiendo que clientes somos también todos los que hemos comprado y leído un  libro de la editorial) contactar con la empresa para solicitar información o  mandar sugerencias, es el  de contestar. La contestación puede ser un simple modelo de recepción del escrito  o si acaso el de indicar que, sintiéndolo mucho, no podemos atender su petición. Vamos que es muy sencillo decir que no le respondemos porque no nos da la gana, pero hay formas y formas. Basta una simple formalidad para que el cliente no se sienta despreciado. La educación  es una  formalidad arbitraria, pero me temo que es muy necesaria para vivir en sociedad y, sobre todo, en lo que a  mi concierne, para que esa editorial que se  supone prestigiosa pueda  venderme un solo libro más. Sería bueno que en este país se adoptaran determinadas prácticas sociales y mercantiles que son moneda común en otros países a los que, dando muestra de  catetismo y superficialidad, algunos tildan de artificiales, engolados, falsos o hipócritas...

 

Lo que sí es hipócrita es autoproclamarse como grande y bueno cuando a la hora de la verdad, en el asunto cotidiano, no te  comportas como tal, mejor dicho te comportas sólo como grande, imponiéndote de forma unilateral al pequeño, ya sea mediante la letra pequeña que nunca te preocupaste de resaltar ni explicar o guardando irrespetuosos silencios porque las peticiones de  información de un simple lector ni siquiera te  resultan molestas, son simplemente insignificantes...Ojalá  un día ese que consideráis pequeño se convirtiera en un gigante, entonces bueno no sabemos si sería pero de lo que no iba a carecer es de memoria...

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