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Ignoto

Politeness

Presumís de amables y educados, incluso justificáis vuestra ambigüedad e indefinición en esas supuestas normas de cortesía. Después de convivir con vosotros unos cuantos años, ya os voy conociendo. Son solo fórmulas, pero no significan en realidad nada. No son las palabras las que nos definen, sino los hechos, las actitudes. Y ahí, “amigos”, sois tan peregrinos y miserables como los demás, incluso más, porque pretendéis ocultarlo bajo ese ropaje hipócrita de lo que llamáis educación.

Hay palabras que jamás deberían pronunciarse si no hacen honor a su significado, palabras mayores que no pueden ser maltratadas por un constante uso espurio. No digas gracias, perdón, amigo o te quiero, si realmente no estás sintiendo aquello que esas palabras definen. No corrompas el lenguaje y la convivencia con el mal uso inflacionista de las mismas. Guarda silencio, es más honesto e inequívoco. No me digas el puto “sorry” si lo que en realidad quieres decir es que me aguante, que tú vas a hacer tu santa voluntad. No digas gracias cada dos minutos, no hace falta, no todo es gracioso ni graciable.

Anda, sé más educado comportándote con rectitud y honorabilidad, haz un esfuerzo por pensar que los demás también existen y merecen un respeto, cualquiera que sea la lengua que hablen, el color de su piel o la labor que realicen. Guárdate tus formalidades decimonónicas donde te quepan, pero no me putees en el trabajo, echa una mano, piensa que a veces es importante ayudar, aunque no esté en tu descripción laboral o como se dice por allá muy a menudo, no sea de tu puñetera competencia. Sé un poco menos egoísta, no etiquetes a la gente, córtate un poco a la hora de criticar, que sí, ya sabemos todos que tú eres muy "profesional”, otra palabrita que os encanta, y que nunca cometes errores. Sé menos robot de sonrisa automática y más persona de sonrisas luminosas, de las que son de verdad y no forzadas. Salúdame en la calle, en el supermercado, que sí, que nos conocemos, no sólo cuando estás dentro de las cuatro paredes de tu oficinita en las que das el pego ocho horas y pareciera que eres el colmo de la amabilidad. Sí caramba, dí hola cuando te cruzas con compañeros, que no pasa nada, que eso sí es educación y no esa falsa sonrisa laboral que ya no cuela. Ni esa insulsa conversación que disfrazas de interés personal. No preguntes si no quieres saber. Si preguntas por la opinión, lo normal es que te la den, si no la quieres o intuyes que no te va a gustar, no la pidas, no hagas el paripé, para quedar bien, o para cumplir el protocolo de la supuesta eficacia laboral. Para terminar, creéis que el dinero justifica cualquier esfuerzo y ampara cualquier desmán, y no, majetes, el dinero no lo compra todo.

 ¡Que os den por donde amargan los pepinos, subnormales!

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