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Ignoto

¿Perroflautas?

Con motivo de la manifestación/concentración/acampada del pasado 15 de mayo en la Plaza del Sol de Madrid y algunas otras ciudades españolas, y que aún hoy subsisten, sostuve con un buen amigo un fructífero intercambio de opiniones. Mi amigo mantiene que se trata de lo de siempre, algo orquestado para desestabilizar y si es posible impedir la llegada al poder de la derecha. Que los manifestantes son todos izquierdistas y que, de alguna manera, aún sin saberlo muchos, están manipulados. En mi caso, la tesis es bien distinta y lo es porque yo mismo podría suscribir (creo que mi amigo también) el 80 o 90% de las propuestas de los concentrados. Particularmente estoy hasta más allá de las narices de la clase política, de sus comportamientos, de sus discursos, de su actitud rastrera, del lameculismo y chupapollismo ( sí, ya sé que no existen tales palabras); de que sólo a través de los partidos políticos se pueda hacer y participar en política, de que ellos, todos, se hayan construido un palacio de intocables, lleno de prebendas y privilegios, de que se crean el puñetero ombligo del mundo y los depositarios de la libertad y de las esencias democráticas, cuando día tras día vemos cómo protagonizan un suceso corrupto tras otro a cual más vergonzoso e indignante. Sí, existen motivos para la indignación ya seas de izquierdas de derechas o mixto.

Esto que sigue fue mi contestación a esa pequeña discusión con mi amigo.

"Cuando uno está o ha estado en el paro da tiempo para pensar mucho, quizá demasiado, y para ver lo que te rodea, cosas, personas, actitudes en las que antes, por la propia dinámica del día a día, no reparabas y pasaban totalmente desapercibidas.
En tales circunstancias, compruebas que realmente a los políticos (toda generalización es injusta) les importamos un puñetero bledo; están en un mundo aparte, un mundo que se reduce a la búsqueda y mantenimiento del voto, que al fin y a la postre es el instrumento que les permitirá seguir disfrutando de su privilegiada situación. Si analizamos el curriculum vitae de gran parte de nuestros políticos creo que nos quedaríamos asombrados...( "quién te ha visto y quién te ve").
Obviamente, ellos no van a arreglar nuestros problemas; obviamente "papá Estado", en sus múltiples formas y manifestaciones, no va a estar siempre ahí para darnos de comer (y lo digo refiriéndome no sólo a los que hemos trabajado en la Administración, sino también a montones de empresas que sobreviven gracias a contratos y subvenciones públicas). Nadie nos va a sacar las castañas del fuego. Pero yo sí pido a los políticos que como la mujer del Cesar además de parecerlo (honrados y servidores de lo público, o sea, de lo nuestro, de lo de los ciudadanos) lo sean. Y yo no veo que lo sean. No me vale el argumento de que hay que acabar con los corruptos, que son unos pocos, no, no. Es que el sistema que han creado y mantenido da cobijo y amparo a esos corruptos, es que ellos mismos se tapan sus verguenzas, es que hoy por ti mañana por mi. Su forma de actuar es más o menos la siguiente: mantengamos fuera del conocimiento general nuestras múltiples cagadas y arbitrariedades (¿ quién sacó lo de Chaves, quién de lo de Matas etc.....) Yo he visto, y oido, a politiquillos de tres al cuarto, o sea, provinciales, no hacer lo que tenían que hacer pura y simplemente porque afectaba a un miembro de su partido, o a sus intereses de amistad o de familia.

También les pido a mis políticos que sean diligentes, trabajadores y eficaces, que sean mejores que yo, que precisamente por serlo, tengan el honor y la enorme responsabilidad de representarme allí donde deben tomarse las decisiones que nos afectan a todos.. y es que cada vez que veo el Parlamento me entran escalofríos de pensar que ésos, o algunos de esos, puedan ser los que desarrollen tales funciones.

Estoy harto de ver tertulias y programas de debate, siempre los mismos "perros", siempre los mismos clichés, los mismos discursos del "y tu más" y cuando alguien osa criticar esto que te digo, o la imposición partidista por doquier, entonces es un antidemócrata, un nostálgico de tiempos y regímenes pasados... Eso sí, seguirán disfrutando de su doble pensión a diferencia del resto de los ciudadanos, de su inmunidad parlamentaria, de sus viajes y comidas pagadas en honor a la dignidad de su cargo y actividad, a su condición de representantes del pueblo soberano.

Pues que se metan su democracia por el culo, yo no creo en un Parlamento que permite que un señor como Bono ( tercera magistratura del Estado) se enriquezca gracias a sus cargos públicos ejerciendo actividades mercantiles privadas ( digan lo que digan los tribunales al respecto), que un señor como Chaves lleve ....20? años en política como alto cargo, y hoy como Vicepresidente, pasando lo que está pasando con sus hijos (también aunque los tribunales digan que no hay delito), que el tesorero del principal partido de la oposición, y que lo era también cuando ejerció labores de gobierno, haya amasado toda una fortuna, y que ahora cuando está procesado por ello, el propio partido le pague el abogado; que ese mismo partido haya tenido a Matas en sus filas, que Camps y diez imputados más participen en las elecciones ( yo tengo aún recientes esos discursos del propio PP que hablaba de que por salud democrática un imputado no debería comparecer a las elecciones, recuérdese el caso Naseiro)... y así suma y sigue, la lista creo que sería amplísima.

A esto podría añadirse el tema de la crisis económica, de la que me parece han tenido gran parte de culpa los banqueros, y sin embargo, son los que, con nuestro dinero, son ayudados a "reflotarse" mientras miles de empresas y de trabajadores se van literalmente a la calle.

Comprendo a la gente que no tiene futuro, porque yo me he visto, y pronto me volveré a ver, así. De repente, sin nada. Cada caso es un mundo, y claro que cada uno tenemos nuestra propia cuota parte de responsabilidad en nuestra situación personal, pero no se puede ser tan merluzo como el Sostres, al menos en este tema, para pensar que si uno está parado por mucho tiempo es porque se lo merece. Hay gente enormemente valiosa sin salida, gente formada, trabajadores diligentes y honrados que malviven sin perspectiva alguna de futuro ( por mucha economía sumergida que haya, cinco millones de parados es una cifra de escándalo y preocupante) y esta gente tiene que soportar cómo políticos y dirigentes económicos mediocres o sin escrúpulos, o ambas cosas a la vez, no sólo han permitido que esto se vaya al garete, sino que no hacen nada más que lo fácil, rebajar sueldos y pensiones, para tratar de salir de ello, eso sí, su futuro, el de ellos, está más que asegurado.
A esta gente, dila, dinos, que hay que guardar formas, que escojamos otro día para decir que estamos hasta los ... de estos dirigentes que no dirigen, que simplemente están ahí para tirarse los trastos a la cabeza y que son incapaces de ponerse de acuerdo en cinco o seis ideas fundamentales, en trabajar para el país, en arrimar el hombro y lo que haga falta para salir adelante, para rebajar el número de parados, para que todo el mundo pueda acceder a un futuro estable, a una vivienda. Si no fuera por nuestras familias, esto habría explotado hace mucho tiempo, y digo más, yo con familia a mi cargo y sin futuro me lío a palos con quien sea, sobre todo cuando en muchos casos ellos no han sido responsables de quedarse sin futuro".
Pues eso, que está uno hasta los glúteos, por no mencionar otra parte frontal de nuestra anatomía, de este estado de cosas/os (para ser linguísticamente correcto). ¡Manda güevos!

 

 

 

Hace un año

 

Curioseando en el ordenador encuentro frases, textos, cosas varias escritas en el 2008, afortunadamente no todo permanece inalterado. 

 

Lunes, 24 de marzo de 2008

 

Tomar decisiones, más que tomarlas, ejecutarlas, me cuesta horrores. No sé porqué razón a veces, muchas veces, soy tan débil y pusilánime. No sé a qué jodidos acontecimientos, externos o internos, espero para hacer aquello que se supone debo hacer, quizá la cuestión estribe también en que no siempre se me aparece tan claro lo que debo hacer, o que lo que debo hacer no se compadece nada con lo que quiero hacer o que lo que quiero hacer es sólo una pequeña locura de juventud ya pasada o que me da miedo involucrarme en algo para luego descubrir, como quizá pasó con el trabajo y la Administración, que no es lo mío, que no me gusta, que me agobia, que no lo hacía todo lo bien que debiera y me hubiera gustado, o quizá más sencillo que todo lo anterior, que no tengo ni puta idea de qué cojones hacer con mi vida, ahora, a los 41 años y con la sensación de haberla desaprovechado, de no haber hecho casi nada de lo que sentirme realmente orgulloso.

 

Hoy he ido al fisioterapeuta, una horita, después, un desayuno con F., que la verdad es de lejos la persona que más se está ocupando de mí. Sigue teniendo ese aura paternal, como de hermano mayor que se preocupa por tu futuro, por lo que debes hacer y cómo. No me molesta, reconozco que yo también soy una persona que necesita empujones, que me chinchen un poco, no demasiado, pues tampoco me gusta que estén encima de mi, ni para lo bueno ni para lo malo, encima, lo que se dice encima, sólo aguanto una cosa, je,je, será porque así trabajan ellas. No, pero la verdad es que es una postura que me gusta tanto o más que las otras. ¿Hay alguna que no nos guste?

 

Aparte de las malas bromas, pues quería decir que no hay nada que decir, que salvo esos dos sucesos nada más cabe reconocer en mi jornada diaria...Ah! sí, me he comprado la revista Speak up que trae el video de una peli en inglés, el Buen Pastor, The Good Shepherd, de Robert de Niro y al menos he recuperado cierta, no mucha, dinámica con el inglés; la película todavía no la he visto, pero la revista me ha levantado un pelín la moral porque sí entendía los artículos, aunque, claro, están redactados para eso, pero me ha parecido que la publicación está muy bien diseñada. Distingue tres niveles y trae en cada artículo un buen glosario, además de muchas fotografías por lo que se hace de amena lectura. La verdad es que me ha costado casi 20 euritos, pero con peli y todo creo que merece la pena, a ver si la puedo seguir, porque según la recuerdo tenía bastante diálogo.

Ahora que tengo la oportunidad de escribir en el ordenador y de grabar todos los documentos, como que no me salen las ideas, me cuesta más que de ordinario. El caso es no pensar en ello y hacerlo sólo cuando venga la necesidad aunque en lo que a mi concierne me gustaría que no fuera así, porque la necesidad aparece en las malas épocas, muchas veces conectadas, más bien provocadas en todo en parte, con las desventuras sentimentales. Creo que he conocido, en general, a chicas estupendas y, por "h" o por "b", nunca las relaciones, si es que se pueden llamar así las pocas que he tenido, han llegado a buen puerto. No sólo eso, sino que además han sido, con escasas excepciones, periodos de agobio, de insatisfacción personal, en los que pensaba demasiado en lo que ella o yo no éramos ni quizá podíamos llegar a ser; en las que sin quererlo pensaba obsesivamente en si ellas serían o no la mujer de mi vida, aquella con la que compartiría destino. ¡Vaya estupidez!, lo reconozco, pero siempre ha pasado, llegado un momento, más pronto que tarde, empezaba a hacerme esas composiciones que, según me cuentan, nadie, salvo cuando llega el momento, se hace, es decir, que nada más conocer a alguien, incluso después de acostarse con esa persona varias veces, no es momento de pensar en futuros comprometedores. Primero hay que conocerse, puede que lo que me de tanto miedo no sea sólo aquéllo, el futuro comprometedor, sino el hecho de que me conozcan, de dejarme conocer. Sí, algo de eso puede haber porque si yo no estoy satisfecho conmigo mismo, cómo voy a dejar que esa otra persona por la que siento algo en principio bueno vea ese desaguisado. No sé, forma parte de esa oscuridad interior en la que entro a veces, pero de la que salgo tan rápido como puedo, a veces sin poderlo evitar me demoro y me oscurezco por entero, sin apenas tocar nada, sin descubrir-sin querer descubrir- nada, pero que sé es una de mis taras y de las causas de tanta escasa entrega y enamoramiento cuando procede y tanto dolor y sufrimiento cuando ya es tarde. Cuando ellas ya se fueron o cuando, despavorido y cobarde, forcé su adiós yéndome yo antes.

 

Última hora de la noche, cojo de nuevo el ordenador y compruebo que ha llamado y que yo no he cogido, porque no lo he oído, el teléfono. Si la vida no tiene casualidades difícilmente explicables, que alguien me explique esto o lo del día del cumpleaños, en fin, será sólo eso, una casualidad y por lo tanto sin explicación alguna. Pasó sin más.

Mañana la llamaré y preveo que los dos estaremos bastante serenos, yo preguntaré por su salud, ella por mi, no sé si decir vida, por mi futuro, o por cómo estoy, en fin, esas cosas que suelen hacer los que se consideran amigos.

 

Sábado, 29 de marzo de 2008

 

Hay días en que resulta especialmente difícil, días en que ese silencio al que tanto y tan peligrosamente me estoy acostumbrando se torna casi insoportable. Días en que pareciera que todo está pensado ya, que todo se hubiera dicho y oído, que todo se hubiera vivido sin remisión. Días en que uno sólo piensa en la hora veinticuatro. Son esos días de losa y ceniza en los que vuelve con fuerza, sin yo quererlo, su recuerdo. Será una estupidez, pero en esos días sin fin una de las señales de supervivencia es precisamente el dolor, la incomodidad de una herida que no cierra. Es verdad que no es ya el ahogo, la debacle y la rabia de mis últimos días de trabajo, en los que apenas podía pensar en otra cosa que no fuera que ella estaba ahí, en el despacho de al lado; en los que me resultaba insoportable que ya no me percibiera ni me pensara, que ya nada, tan siquiera el recuerdo, la atara a mí. Últimamente, cuando aquéllo es ya el pasado, he hablado dos veces con ella, en ambas ocasiones con normalidad, como si nada sucediera, como si todo estuviera ya superado. No es lo mismo, claro, pero sigue existiendo algo. Un sentimiento que emerge de ahí en donde lo guardo en estos días que se perpetúan hasta casi la nausea, en esos días en que egoístamente vuelvo a pensar en que estuvo dispuesta a quererme y a dejarse a querer, sin condicionantes ni límites, sin otro pensamiento futuro que no fuera el de volver a verme, a estar juntos, mostrando, a través de un cuerpo que se entregaba cada vez, con pasión, sin límite, cómo quería más, mucho más: compartir todo cuanto fuera posible, arriesgar en la construcción de una convivencia. Saber que ahora es justamente lo mismo pero con quien sí está dispuesto a lo mismo, con quien sí se deja querer y es capaz a su vez de querer sigue siendo una de mis torturas, por envidia, pero también por la propia incapacidad demostrada con creces en un pasado del que apenas pueden salvarse ciertos gestos, ni siquiera palabras porque éstas apenas se dijeron. Volver a ella de forma intensa también tiene, incluso en estos días, sus diferencias. No son imágenes sexuales, éstas paradójicamente han ido distanciándose, difuminándose, dificultándose. Es como si esa otra presencia masculina ejerciera de vigilante censor, como si su mera existencia fuera suficiente para impedir esa constante deseo de su cuerpo, no es que no lo desee, es que ahora me cuesta mucho más verlo, sentirlo junto a mi, como me ocurría en esas tantas noches en las que, pese a que ya no estábamos juntos, su existencia, la de él, aunque no pocas veces sospechada, no era conocida. Había pues algo que permanecía incólume, quizá la esperanza de un regreso o de una imagen cuya fuerza se convirtiera en realidad. Obviamente, no es sólo su existencia, sino la solidez de sentimientos que ella demostró cuando yo solté todo lo que tenia que soltar, incluso más. Cuando pude comprobar que su amor existía, que ni mi mejor versión, nadie, nada, podría derribar ese edificio, cuya consistencia, presiento, crece cada día.

 

Hoy me posee la idea de una relación que se fortalece, incluso que se formaliza en convivencia o matrimonio, creo sinceramente que ella está cerca de eso, incluso que lo desea. Siendo demasiado incisivo, pensando más allá de lo que la prudencia aconseja, llego a creer que sus llamadas, me refiero a las últimas, obedecen no sólo al cariño, a la necesidad de saber como le va a alguien, yo, por quien sintió algo, por quien, gracias a Dios, o más bien a su propia bondad esencial, tiene aprecio. Alguna de mis interpretaciones, esas que pueblan frondosamente mi cerebro después de sus llamadas, esas con las que, con poco fruto, trato de averiguar lo que siente, lo que piensa sobre mi, me llevan a la idea de que ésas no son sólo consecuencia de aquello, mucho menos, como quizá me gustaría, de la persistencia de algo más, superior, a la simple estima, sino que son una especie de preparación del camino. De hecho, pienso que si en el futuro se repite alguna de esas llamadas empezaré a temer por el anuncio de esa formalización, empezaré a pensar si no será alguna de esas la que me anuncie lo que hoy por hoy no quiero saber y mucho menos presenciar, su boda. Sí, esto no es coherente, no es acorde con la pureza de sentimientos; con esa máxima que en alguna ocasión formulé: que lo importante es su felicidad, aunque ésta sea, y seguramente tenga que ser, con otra persona, con ésta que ahora vive en su corazón y comparte su alma o con otra. Nunca conmigo. Y es que quizá mis sentimientos no sean tan puros como he podido creer en algún momento de estos ajetreados meses, que a este paso se convertirán en años.

 

No sé si ella es consciente, a veces pienso que no, que no se entera, pero enterarse sí, porque es mucho más inteligente de lo que parece. Creo que con su actitud pretende que la superación, la normalización, como en alguna ocasión lo denominamos, se produzca mucho más rápido, que me resulte más sencillo. Hemos llegado a este punto que podríamos calificar como de no retorno, porque ni aún cuando se produjera eso que ella no va a provocar. Ni aunque se produjera una ruptura sería posible volver atrás, volver a intentarlo. Hay muchos inconvenientes, casi todos tienen en mi su origen, pero aún hay más; cómo podría yo superar no sólo el miedo, que supongo es ya algo congénito, a fallar de nuevo, sino el hecho innegable de que no resistí la comparación con otro; de que ella, y no estoy echando en cara nada, simplemente constatando lo que sucedió, le prefirió a él, incluso cuando él, por las razones que fueran, puso en cuarentena, aunque sólo fuera una semana, su relación. Eso me demostró que lo que ambos protagonizamos no le llegaba a la suela a lo que seguramente, ya en ese entonces, había vivido con esa persona, y la prueba es esto que me atrevo a decir con la fuerza que me dan esos presentimientos que a veces se me revelan casi milagrosamente, con una fuerza especial. La fuerza, supongo, de la verdad que no siempre es necesario conocer de forma directa sino que se llega a saber como si se esparciera como una especie de virus que afecta a las personas proclives a ello, las que mantienen cierta extraña conexión. Es como si todavía mantuviera cierto nexo inmaterial con ella, con sus acciones, su corazón. Es difícil explicarlo, ya sé que parece una de mis películas, una exageración, una negra nebulosa de esas a las que soy tan afecto, pero no, también lo parecía mi sospecha de la existencia de otra persona, y vimos que era cierto. Esto tiene para mi, pese a que estamos lejos, que no nos vemos, que apenas hablamos, los mismos visos de veracidad. Es osado, quizá también pretencioso, pero es mi presentimiento. Es lo que ahora está constantemente en mi mente. En una de mis cartas le dije que me gustaría describir todos y cada uno de los cambios que mis sentimientos, sensaciones, pensamientos han tenido en estos tiempos, y esto es una muestra. Su ausencia ya no puede seguir doliéndome, no quiero que así sea. Duele, quizá más, haberla perdido, echado. La sensación de ser peor, menos adecuado, menos hablador, menos afín a ella que esa otra persona; la sensación de que yo no estoy llamado a compartir su felicidad.

 

Domingo, 30 de marzo de 2008

 

Todas mis ínfulas escritoras se derrumban cuando leo algo de mínima calidad, es entonces cuando me doy cuenta que nunca podré alcanzar determinado nivel. Está lejos de mi escribir bien, de forma bella o literariamente aceptable. No es que "Mi querido Michael" de Amos Oz me esté pareciendo una obra maestra, de hecho me está empezando a cansar, pero reconozco la capacidad de crear una historia, de recrear ambientes, paisajes, incluso caracteres y esto a mi me resulta prácticamente imposible. Mucho mejor, más ameno y divertido, como casi siempre, Eduardo Mendoza, cuya última novela, el asombroso viaje de Pomponio Flato, he comenzado también, para sacudirme un poco el aburrimiento de la judía medio loca que retrata Amos Oz. Tampoco será una obra maestra, no creo siquiera que el autor lo pretenda, yo creo que él se lo pasa bien escribiéndola y pretende que sus lectores también pasen un rato agradable y divertido, sin por ello renunciar a un lenguaje cuidado y lleno de referencias culturales importantes. Esa mezcla de humor surrealista con lenguaje esmerado y a veces hasta brillante creo que es el mayor logro de Eduardo Mendoza, y este lo demuestra en sus por algunos consideradas obras menores, tales como el laberinto de las aceitunas, el misterio de la cripta embrujada, la aventura del tocador de señoras o esta última ya citada, inferior, sin embargo, en mi opinión a las anteriores. Sólo he visto algo parecido, aunque excesivo, rizando demasiado el rizo, en Felipe Benitez Reyes y su mercado de espejismos, que creo no llegué a terminar.

 

Martes, 1 de abril de 2008

 

La última vez que hablamos me preguntó qué libro estaba leyendo, aunque le habían regalado dos recientemente, no le apetecía leerlos y quería que le recomendara alguno. La típica pregunta que podrias responder cien veces y casi con cien títulos (bueno, no tantos) pero en ese momento me quedé un poco bloqueado. No sé, me parecía raro ese súbito interés, la verdad es que lo preguntó con una tensión o un tono especial, así me lo pareció. No me venían muchos títulos a la cabeza, surgió Murakami y, tonto de mi, otra novela de alguien novedoso del que yo no he leido nada y que sin embargo, había oido alguna buena crítica, Mercedes Castro, y la novela se titula Y punto. Tonto de mi, recomendar algo que no he leido.

 

Justo al lado del lugar donde escribo con el ordenador tengo "Tokio Blues", del japonés de moda. Reviso las páginas para comprobar si tengo algo subrayado que merezca la pena, y, de nuevo, la casualidad o el destino, o las hadas mágicas, encuentro algo que parece escrito por mí, bueno, para no ser engreido diré escrito para mi. (...) le hablé de la novia que había dejado. Le conté que era una buena chica, que me gustaba hacer el amor con ella y que todavía la echaba de menos, pero que jamás me había calado hondo.

Tal vez mi corazón esté recubierto por una coraza y sea imposible atravesarla-le dije-. Por eso no puedo querer a nadie"

Pues poco más puedo añadir, es verdad que en el momento en que estuve con ella sentía que no casábamos, sí, que no calaba hondo en mí. Esos silencios que se unían a los míos y que estimulaban las interpretaciones de todo tipo sobre lo que nos unía, más bien lo que no nos unía suficientemente, pese a los buenos momentos, al menos para mi, creo que también para ella, aunque hasta para esto fuimos reservados, casi autistas. La falta de comunicación y la sensación de que estaba junto a una persona demasiado espiritual, pero también demasiado reservada, tanto o más que yo, y que la semejanza en esto hacía difícil, casi imposible, la comunicación. Ese miedo, mío, del que tanto he hablado y, en fin, sobre todo en los últimos tiempos, ese maltrato, como si sólo estuviera ahí para satisfacerme en determinadas noches, sin más y sólo cuando así lo decidía yo; forzando situaciones anómalas, desagradables y feas con el sibilino propósito de que se rompiera eso tan feo, tan superficial y huero que habíamos dejado existiera entre nosotros ¿Cómo fue posible aquello entre dos personas que esperaban tanto del amor?

Más arriba leo que ya estoy curado de mi principal obsesión... joé, pues menos mal. Si no lo estuviera, estaría ya en la fase de amputación de arterias o caída libre desde un octavo piso.

No fue Tokio Blues el libro que le recomendé a ella, sino "Al sur de la frontera, al oeste del Sol". Digamos que lo leí más rápidamente y tengo mejor recuerdo de él, aunque como siempre el momento externo y las circunstancias personales influyen muy mucho en la consideración e impresión que a uno le deja una novela, una canción, una película, incluso una persona.

Me gustó porque habla de cosas que casi todos podemos experimentar o hemos experimentado ya, porque pese al lenguaje sencillo tiene cierto aura de magia y misticismo, porque alude a grandes amores perdidos y casi -no se materializa, quizá como he leído por ahí, porque todo es irreal, una especie de sueño o ilusión vital del protagonista- recobrados. Porque la felicidad actual, que casi nunca será plena, no tiene porque estar reñida con la añoranza de determinados momentos y sobre todo personas. Se puede querer a una persona pero necesitar de forma casi animal, incontrolable e insuperable, a alguien que dejó una huella indeleble. Alguien que nunca más volverá. Esta novela ha sido la causa de que me haya decidio a comprar y leer otra del mismo autor con también un extraño título: "Sputnik mi amor". Del Sur, por supuesto, tengo muchos pasajes subrayados, recuerdo que le leí casi por entero en aquel cenagoso último fin de semana que pasé en Madrid, creo que es lo mejor que hice en aquellos dos días.

 - En este mundo hay cosas que son recuperables y otras que no. Y el paso del tiempo es algo definitivo. Una vez has llegado hasta aquí, ya no puedes retroceder. ¿No crees?.

- Era incapaz de sentirme solidario con la gente que me rodeaba (...) Empecé a recordar con cariño creciente los días que había pasado con Izumi. Pero no podía regresar. Aquel mundo ya lo había dejado atrás (...) Me encerré en mi propio mundo. Me acostumbré a comer solo, a pasear solo, a ir a la piscina a los conciertos y al cine solo. No sentía por ello ni soledad ni amargura(...) Es imposible que el reloj avance en dirección contraria. Empecé a hablar a solas y a beber solo por las noches. También fue en esta época cuando me convencí de que jamás me casaría.

 

En fin, tengo bastante subrayado, no es tanto la forma o la idea, sino que en ocasiones me identifico mucho con lo que le pasa al personaje, y no es por ser presuntuoso ni nada parecido pero algunos de esos pasajes me recordaban a cosas que había escrito, al menos pensado y sentido, y que siguen formando parte de mi forma de ser.

 

Lunes, 7 de abril de 2008

 

Está la tarde tormentosa y lluviosa, ahora, a las 20,30 más o menos, se ha puesto a llover bien. Me da que ni cambio climático ni nada, es como si la naturaleza, a veces, se riera de los estúpidos humanos que pretenden doblegarla, incluso dañarla. Queréis agua, pues ahora vais a pasar unos mesecitos raros, de calor insospechado y, de repente, os van a caer unos cuantos litritos de golpe, para que no os olvidéis de mi.

Sigo sin tomar la jodida decisión de hacer algo definitivo de una vez. La crisis de los cuarenta existe, vaya si existe. Si no me pongo a estudiar, y no hay resorte interno suficiente que me lleve a ello, creo que la mejor opción sería irme a aprender inglés. Sí, soy consciente de que en algún momento no habrá resortes internos que valgan, será el más primariamente externo, la necesidad de ganar un dinero para sobrevivir, el que me coloque allí donde ahora me resisto a estar. Casi me repugna, me da la sensación de que sería una tremenda equivocación, volver a la misma rutina que ya viví hace diez años, y para más inri sin ningún éxito garantizado, aunque claro ¿dónde está el éxito asegurado en la vida?. Este sábado, sin ir más lejos, me encontré con una compañera de Universidad, a la que prácticamente había perdido la pista, la pista no, pero sí el contacto. De sopetón me soltó que estaba en trámites de separación, ¡y con tres niños, el mayor de seis años!... Joé, vaya papeleta, y es que todos, me parece a mi, sufrimos nuestras pequeñas o grandes desgracias. No hay garantías, ni avales ni fórmulas mágicas. Arriesgar, creer, trabajar, amar, equivocarse, caer, levantarse. Volverlo a intentar si quedan fuerzas. Eso para todos o casi todos, incluso los que como yo nacimos y crecimos en un entorno privilegiado en el que nada, material al menos, y no es poco, nos faltó.

Esta nadería, que va más rápida de lo normal, ya han pasado tres meses desde que dejé de trabajar, sólo tiene un aspecto bueno. Algo más se lee, y te encuentras, aunque con mi connatural desorden y desconcierto, con lecturas muy interesantes, además de Thoreau, del que ya tengo escrito un parrafito: nada más que la copia de su reseña biográfica y algunos extractos de "escribir", pues ya tengo entre manos "Sputnik mi amor", y como me sucedió con Al Sur... pues en un par de días estoy por casi la mitad, la verdad es que sigo sin poder decir que sea, o me parezca, un escritor genial, pero tiene la virtud de enganchar, de contar cosas que suceden en Japón pero que son universales y de hacerlo de forma sencilla y adictiva. El resultado, pues el que comento, que apenas te das cuenta y estás enfrascado en la historia. Eso es una tremenda, supongo que deseada por la mayoría, virtud en un escritor... También me he asomado unas páginas a un libro de B. Russell, quien cumple a la perfección la máxima Orteguiana de que la claridad es la cortesía del filósofo. Se titula "La conquista de la felicidad" y hasta el momento es bastante interesante. De hecho el tío en una de las primeras páginas ya me ha dado el primer pescozón al decir:

El interés por uno mismo no conduce a ninguna actividad de tipo progresivo. Puede impulsar a escribir un diario, a acudir a un psicoanalista, o tal vez a hacerse monje. Pero el monje no será feliz hasta que la rutina del monasterio le haga olvidar su propia alma. La felicidad que él atribuye a la religión podría haberla conseguido haciéndose barrendero, siempre que se viera obligado a serlo para toda la vida. La disciplina externa es el único camino hacia la felicidad para aquellos desdichados cuya absorción en sí mismos es tan profunda que no se puede curar de otro modo.

Hay varias clases de absorción en uno mismo. Tres de las más comunes son la del pecador, la del narcisista y la del megalómano. Pues me da que tiene razón el inglés de mal aliento (en algún sitio he leído que lo tenía pestilente) Que deje de pensar tanto en mi mismo coño, que no soy tan importante, ni tan desgraciado, ni he vivido cosas tan raras o paradójicas. No sé a cuál de esos tres tipos de individuos ensimismados en su propio ser y circunstancia perteneceré yo, quizá, lo que ya sería la repanocha, tenga algo de cada uno, pero la solución está clara, volcarse en la acción. Salir de uno mismo, ir ya no hacia alguien, eso parece que me resulta complicado en exceso, pero sí al menos hacia algo, alguna actividad que me tenga ocupado y a ser posible de forma productiva, al menos monetariamente hablando, porque claro dedicarme a la vida contemplativa o enrolarme en las filas de alguna orden monacal, pues creo que de momento no va a ser la mejor solución. Como él mismo dice, la razón no representa ningún obstáculo a la felicidad y una parte indispensable de ésta es carecer de alguna de las cosas que se desean.

Algunas cosas que me cabrean.

El otro día iniciaba un escrito con el título de ¿por qué no estudio?. Es decir, porqué veo la vida pasar sin apenas hacer nada por salir de la situación en la que me encuentro, sin trabajo, sin casi nada que me ate a una existencia que simplemente discurre insulsa y degradada.

Allí decía que debería empezar por el principio, y ahí justamente, sin ese principio, me quedé. Apenas diez líneas que no he retomado y es que me resulta tan difícil remontarme al principio, y me resulta tan difícil tratar de explicar cuándo y cómo empecé a encontrarme perdido, sin rumbo y, sobre todo, esto es lo peor, sin ánimo y ganas de nada, que no he podido continuarlo. Incluso lo que se supone que me gusta: el deporte, el cine, las lecturas, me cuesta esfuerzo. Dije insulsa, sin sabor ni atractivo, y dije degradada, porque no sólo es estar sin hacer nada, sino que ni siquiera existe la sensación de culpa, de disgusto que en situaciones parecidas te lleva a la acción, al cambio. Ahora no, ahora es una inmensa y demoledora resignación, un dejarse llevar por la corriente de los días sin que nada se revuelva en mi interior, sin que nada se rebele. Para ser sincero, en ocasiones surgen cosas, nimias en comparación con las razones principales que me deberían motivar, que me sacan del letargo anímico. Que no sea aquello que en buena lógica debiera motivarlo y sí, en cambio, éstas otras cosas accesorias, pudiera ser el síntoma de que algo patológico me sucede.

Y qué es aquéllo que de vez en cuando, para recordarme que vivir es algo más que respirar, dormir y comer, provoca ciertas alteraciones, casi todas negativas, casi todas para conducirme no a la tristeza en la que llevo tiempo instalado, sino al cabreo, a la rabia, a la infinita desazón por un escenario vital con el que no estoy en absoluto de acuerdo, con una sociedad en la que la mayor parte me sobran, no los entiendo ni los aguanto, cada vez me gusta menos la gente en general. La fácil respuesta frente a tal actitud es que yo me considere superior o mejor, no, ni una cosa ni otra, simplemente creo que todos, yo mismo, para empezar, pero sin duda también ellos, podríamos ser diferentes. No podemos hablar de que el mundo está mal, que es injusto, cuando a la vuelta de la esquina, sin salir siquiera de casa, somos testigos privilegiados, incluso actores principales, de tremendas injusticias, de comportamientos deleznables, ello por no hablar, lo haré sin embargo, de las actitudes (también aptitudes) y comportamientos de quienes por no sé sabe bien que malévolo mecanismo de la fatalidad están llamados a regir nuestros destinos.

No puedo explicar ese principio que tanto me cuesta, pero sí  dos situaciones que me provocan la sensación que acabo de referir. La primera sucedió en el cine, hace alrededor de quince días, viendo una buena peli, Revolutionary road. Es una de mis principales aficiones y hasta mi hibernación iba todas las semanas, era lo que me sacaba de la rutina, y creo que junto con el deporte lo que más me relajaba. Pues bien, debido a mi larga experiencia -ya sé cómo anda el patio hace tiempo- procuro elegir días y sesiones en las que existan menos posibilidades de que alguno de esos sujetos, cada día mas abundantes que pululan en esta sociedad abulta y sin rumbo, decidiera compartir su destino con el mío y amargarme ese pequeño ratito de placer en una realidad distinta, la del celuloide, pero no, las posibilidades de lograrlo son cada día más escasas; es un virus que se extiende progresiva e imparablemente. Así sucedió el día al que me refiero, un martes sin día del espectador ni nada parecido, segunda sesión, creo que no había más de quince personas en el cine, pero no hubo manera, dos genuinos ejemplares representativos de la estupidez maleducada que nos circunda, imponiéndonos sus hediondos hábitos, decidieron ir al cine ese mismo día, con ello sus diálogos, esos que se dicen en baja voz pero que todo el mundo puede oír, compartieron protagonismo con los de los actores de doblaje.... Resulta insufrible ver una película así, con dos personas, en este caso dos mujeres, cuchicheando a cada cosa que supuestamente les llamaba la atención o les parecía curiosa, presos los demás de un constante murmullo. Lo inaudito es que, al menos en lo que las apariencias pudieran indicarnos, no se trataba de dos personas iletradas, sin formación ni educación, sin acceso digamos a normas o pautas de comportamiento que al que suscribe le parecen elementales. Es básico, no necesita explicación ni desarrollo, me parece a mi, que en el cine, una vez que la película ha empezado, no debe hablarse, no debe interferirse el sonido de la película que se está proyectando en un lugar público al que otras personas acuden para ver tranquilamente, sin perturbación ( para eso pagan una entrada entre otras cosas) una película. Hay que respetar no sólo la propia película en sí, sino sobre todo el derecho de todos los demás a verla en paz. Pues no, imposible, cada día es más frecuente encontrarse con personas de todo tipo y condición que o bien desconocen tales cosas o, lo que sería peor, que conociéndola les da absolutamente igual, porque lo que prima es su santa voluntad, da igual que con ello se perturbe, moleste, se impida a otros disfrutar sosegadamente de algo por lo que han pagado una entrada; da igual que esas personas no se encuentren en el salón de su casa; da igual todo lo demás, lo que les importa es hacer el comentario, o los comentarios, tan ufanas, tan contentas, tan dichosas, y si alguien se gira y les llama la atención, entonces los maleducados son esos groseros intolerantes que no saben vivir en sociedad. Vivimos en un estado de necedad y de arbitrariedad que clama al cielo, mucho Estado Social y Democrático de Derecho, pero el respeto a los demás parece que no entra dentro de las pautas de conducta, aquí lo que importa es uno mismo, y quizá su grupo familiar más cercano, los demás allá se fastidien. Estos mostrencos se autoconvencen de su rectitud; no, ni siquiera eso, qué diablos les afecta a ellos ser rectos o no, nada, da igual, yo soy yo y mi circunstancia. Si necesito hablar con mi novia, amiga, o pariente porque necesito hacer cineforum instantáneo, o porque soy tan agudo que mis comentarios necesariamente habrán de interesar a los demás, pues voy y lo hago, faltaría más. ¿No es esta una sociedad libre? Pues eso, hago uso de mi libertad y los demás... ¿quiénes son los demás?.

La cuestión es, ¿cómo arreglar este tipo de situaciones? No parece adecuado implantar una especie de policía cinéfila, que echara de forma automática de las salas a todos aquellos que no son capaces de comportarse adecuadamente en ellas, sean niños o mayores. La solución sería parecida a la que habría de darse frente a todos aquellos tipos (y tipas) -seamos linguísticamente correctos, otra estupidez más- que, por ejemplo, son incapaces de devolver un saludo en un ascensor, en una tienda, o en una oficina. Que sí, que no soy un exagerado, que hay personajes que no contestan a los buenos días o buenas tardes, que pasan de responder, o que entran en un despacho público, o privado, y se dirigen hacia el que lo ocupa diciendo “oye”. ¿Pero cómo que oye? Buenos días, lo primero, y después le oigo... ¿Y qué de esos que estando detrás de un mostrador no responden al "buenos días" y hacen como si fueras invisible e inaudible? No hay solución inmediata, esa es una cuestión de educación básica, primaria, sí, de educación para la ciudadanía y no tanta mandanga.

La otra cosa que me cabrea y de la que quería hablar, por supuesto que hay alguna más, es la de los políticos que dicen representarnos. Ya sean los de izquierdas, ya los de derechas, me da igual. Esta manga de farsantes a mi no me representa. Ya he dicho muchas veces medio en broma medio en serio que en el Parlamento deberían tener su reflejo los votos en blanco y cada día lo digo más en serio. No hay derecho a lo que está pasando en este país, y no me digan que pasa lo mismo en otros “Estados de nuestro entorno”, porque no, en algunos no pasa y sí pasa todavía existen ciertas dosis de vergüenza y dignidad que hacen que los mangantes y falsarios dimitan cuando les pillan. Aquí no pasa nada, se atornillan a la silla, tienen que, poco más o menos, matar a alguien para que se den por aludidos, admitan sus errores, o sus malicias, y, por ser cargo publico, dimitan, como mandan las más básicas reglas de un sistema democrático moderno. Aquí no, eso es para los ingleses, los alemanes o los americanos, que son muy “exageraos”. Y escribo esto justo el mismo día en que, ¡albricias!, dimite el inefable ministro de justicia. Con mucho, el peor ministro de justicia, incluso de cualquier otro departamento, de la reciente democracia, pero claro nos toparíamos con algunas joyas de valor incalculable en esta jerarquía de la torpeza y de la mangancia, así que, dejémoslo en el peor ministro de justicia de los últimos 25 años, y me quedo corto. ¡Vaya personaje! Sectario es decir poco, prepotente, orgulloso, bocazas, engreido …. y encima cazador de altos vuelos e ilimitadas ínfulas. No voy a describir los últimos acontecimientos relativos a la cacería con Garzón, sin licencia ni papeles, claro, ¿para qué o por qué iba a tenerlos? Si él es ministro de la cosa y nadie va a osar pedirle cumplimiento de la legalidad vigente. Es nimio pero en su nimiedad esconde una monumental desvergüenza y defachatez, una negligencia máxima, ejercer una actividad sometida a licencia administrativa sin estar en posesión de la misma, por la sencilla razón de que el Sr. Ministro de Justicia no se puede permitir ese tipo de “descuidos”, todo eso unido a las sospechas fundadas de connivencia con el juez que está llevando un caso en el que, según se dice, ha de esclarecerse una trama de corrupción en el principal partido político de la oposición; todo eso unido a la calamitosa gestión de este individuo en su ministerio, que ha tenido como principal logro poner de acuerdo a todos los funcionarios para hacer huelga, incluso, hasta ahí ha llegado su supina torpeza, provocar, o no impedir, que los mismos jueces se pusieran en huelga. Todo eso justificaba sobradamente hace tiempo no la dimisión del personaje, sino su cese inmediato, que obviamente no se produjo.

¿Y qué va a ocurrir con el Sr Juez o Magistrado Garzón? Otro que tal baila, debería estar inhabilitado no ya para llevar este caso, por razones no sólo de competencia, pues como el mismo ha admitido parece haber varios aforados implicados, sino por razones de imparcialidad, el “hombre que veía amanecer” desde el inicio estaba, y está, ideológicamente contaminado, no puede juzgar a miembros del PP por corrupción quien se ha presentado por las listas del PSOE y ha ocupado cargo de responsabilidad política en razón de ello. Más aún, debería estar inhabilitado para ser juez. Si decide, él o cualquiera otro, dar el salto a la política, estupendo, perfecto, pero después, por favor, que no vuelva a ser juez, porque su imparcialidad ya está más que en entredicho. Ello sin mencionar su insaciable afán de notoriedad, su pretensión desvergonzada de protagonismo, de capitán justiciero, superhéroe o algo parecido. Este fulano está fuera de control desde hace tiempo y en el órgano de gobierno de los jueces lo saben o deberían saberlo.

¿Y qué me dicen del PP, el partido de oposición?... Qué desastre, por el amor de dios. Con independencia de lo que acabo de escribir, estoy convencido, la justicia, espero, lo dirá, de que hay si no una trama, sí algo raro, raro, raro, como diría el padre fallecido del cantante. Un mamoneo impresentable, que se extiende no sólo al PP, sino al PSOE y, en general, a todos los partidos que tienen algo de poder, leáse nacionalismos periféricos, como los llaman algunos. Un favorecimiento a los próximos, a los que son "de los nuestros", que rodea la ilegalidad y el choriceo. Ya salió en su momento lo de las comisiones del 3% en Cataluña, se rumorea que Valencia está casi en bancarrota, y así suma y sigue y no pasa nada. ¿Dónde está el pueblo soberano?, en el parlamento desde luego que no, y fuera de él cada vez se extiende más la idea de que lo de los políticos no va con nosotros, que al fin y al cabo suficiente tenemos con llegar a fin de mes. La gente no dice nada. Si acaso, un par de comentarios mientras se toman café y a otra cosa mariposa, aquéllos que sigan a lo suyo, a mangonear, dictar normas y más normas que luego ni ellos mismos se dignan a cumplir, bueno en realidad no es que no se dignen, es que es imposible. No es posible vivir hoy con arreglo a derecho en este Estado Autonómico de la taifa hipertrofiado, y esto no es de comentaristas radiofónicos radicales, no, lean por favor lo que desde hace años viene diciendo alguna honorable doctrina jurídica. Donde no hay más que normas redundantes que no añaden nada nuevo, normas estúpidas de rango menor que parecen creadas para justificar tanto puesto y puestecito de asesor, coordinador, gabinete y no sé cuántas cosas más. No hay ciudadano medio que tenga capacidad para saber y conocer las normas que se suponen rigen su vida, es una tarea llamada al fracaso. No son solo redundantes y numerosas, sino a veces infumables, incumplibles de lo mal redactadas que están o de las quimeras con las que pretenden “ordenar” las vidas de los ciudadanos. Y venga administraciones danzando, estatal, autonómica, local, ésta última por partida doble, para que se vea que existe, y, por si fuera poco, Europa, con normas hechas por una camarilla de burócratas superpagados y privilegiados que se ha convertido en una auténtica máquina de legislar si no en contra de los ciudadanos de cada país, sí al margen de ellos, uniformizar todos los sectores europeos es una filfa y, para mi, una injusticia. Soy desde luego cada día más euroescéptico, quiero que vuelva la "Europa de los mercaderes", pero a mi que no me vengan imponiéndome normas que les gustan a los alemanes, porque mí país poco o nada tiene que ver con el suyo. En fin, me callo ya porque a medida que escribo me enciendo más.

¿Alguien sabe de qué hablan estos políticos en esta situación de crisis bestial? ¿Qué dicen? Si no tienen ni idea de qué hacer, yo diría que no tienen ni puñetera idea de lo que en realidad está pasando, ni como luchar contra ello. No son conscientes de con qué sueldos está viviendo la gente. ¿y ellos? Ah, ellos sí, como son los dignos representantes de la democracia,ja,ja, ellos de crisis nada.

¿Qué hacemos, la revolución?

Don Rafael Nadal

El de ayer en la remota Australia fue mucho más que un simple partido de tenis entre dos excepcionales deportistas. Rafael Nadal, así, con el Don delante, en señal de respeto y admiración, es también algo más que el mejor tenista ( posiblemente deportista) español de todos los tiempos.


Ayer, sobre la pista azul de Melbourne, vimos una batalla esplendorosa, extenuante y ejemplificadora entre dos hombres dando lo mejor de sí mismos para ganar un partido de tenis, un trofeo; para ganar, como el griego Aquiles, la fama, el reconocimiento, para lograr ser el mejor. Ello sin daño o humillación ni para terceros ni para ellos mismos. Su despliegue de talento y corazón fueron, lo serán siempre, un ejemplo para todos cuantos tuvimos la suerte y el placer de permanecer extasiados durante las más de cuatro horas que duró ese combate, encarnación moderna, sin sangre ni muertes, de las gestas de los gladiadores.


Pero digo que es mucho más que eso, porque ambos, Nadal en particular ( menos talentoso que su oponente), exhiben ahí, en ese instante de la competición, pero también más allá de ella, las virtudes que a todos, a algunos, nos gustaría desplegar en el partido más largo e importante de cuantos nos toca jugar, el de nuestra propia vida. Cuando de lo que se trata es de conseguir algo en sí mismo bueno y valioso ( en este caso concreto el trofeo, en la vida quizá la felicidad) y para ello se emplean todas cuantas cualidades y virtudes uno posee, cuando en esa persecución del logro se pone todo el alma, tratando de ser un poco mejor en cada fase, en cada punto del partido, eso ya es digno de alabanza, pero cuando además se hace con el orgullo respetuoso, sometido a reglas infranqueables, más importantes aún que el trofeo, cuando en ello sólo vale superarse a uno mismo, esperando así ser el más genuino merecedor de la victoria, reconociendo el esfuerzo y la dedicación del oponente, su propia valía, eso ya es algo inusual en nuestras vidas. Por eso, muchas de las cosas que vivimos ayer sobre esa pista de tenis, deberían ser enseñadas en los colegios, traducidas a una verdadera educación para la ciudadanía, para la humanidad. Lección que tuvo su inaudito y maravilloso colofón en la entrega de trofeos, donde un abatido Federer exteriorizaba, sin posibilidad de control, unas lágrimas que sólo pudieron provocarnos la admiración de todos cuantos a punto estuvimos de contagiarnos con su dolor, con su gallardía herida. ¿Cómo es posible que un hombre que lo ha ganado todo y a todos, que es reconocido por sus oponentes, sin excepción, como el más dotado para este deporte, sufra tanto tras una derrota; cómo es posible tanto abatimiento, tanto dolor?. Pero es que el gesto de Nadal abrazándole y consolándole con el trofeo en sus manos, casi compartiéndolo con él; su gesto aplaudiéndole, junto con todo el estadio de pie, a punto él mismo, como casi todos los que contemplábamos esa maravillosa escena de humanidad, de romper a llorar es algo que nos reconforta, aunque sea en estos ámbitos tan “simples” y efímeros del deporte, con la grandeza del ser humano. Ver como Federer, instantes después, se recupera, recobra el habla acallada por el llanto y con los ojos húmedos y enrojecidos, simplemente señala que este “tío”, Nadal, se lo merece y que es él quien debe tener la última palabra y en esa última palabra el ganador utiliza todo su tiempo para dar las gracias a otros y para reconocer el dolor del amigo y tenista al que admira, es una lección impagable e inolvidable que nos emociona, una muestra de que en el ser humano la bondad todavía no se ha perdido para siempre.


Enhorabuena a ambos, gracias por el momento ofrecido. Ojalá nada ni nadie los haga cambiar, porque más allá de sus partidos, de su condición de tenistas, quedarán, deben quedar, dos seres humanos admirables.

Fue mi decisión

No he tenido ganas últimamente, casi nada me motiva. Aquello que me espoleaba, me cabreaba o me ilusionaba parece haber perdido sus propiedades, ya nada, creo que tampoco nadie, es lo mismo. Escribir no es ajeno a ese estado de abulia que se extiende y me somete a la parálisis de un oscuro y frío vacío, es como si estuviera mejor quieto; mejor no, pero sí acostumbrándome… La más mínima tarea me parece hercúlea. Cuándo no lo es, carezco de la mínima seguridad y confianza imprescindibles, es como si estuviera predestinado a hacerla mal, de forma incompleta e ineficaz, y ese constante pensamiento, esa convicción que aparece aneja a cualquier actividad futura es la que justifica la inacción.

 

No hago nada. ¿Se puede estar sin hacer nada? Sí, yo llevo casi  un año así. Ayer quedé con dos de mis amigos (no hay muchos más). No es que esto apetezca mucho, pero es el último puente hacia cierta sociabilidad. Arreglamos algo el mundo… Es de coña, no podemos arreglar nuestras vidas, pero sí el país en el que vivimos, incluso  todos los paises. Es, claro, una forma de no hablar de lo que nos corroe y oxida, de lo que como una plaga de termitas nos ha ido robando la ilusión y la fuerza. Tengo 41, pero en algunas cosas parece que tuviera veinte años más.

 

No pensaba escribir pero ayer surgió algo que, sorpresa, me cabreó. Fue solo un fogonazo porque  hoy se diluye, puede que por obra y gracia del alcohol y otros insanos excesos, en ese aura improductiva que me envuelve. Hoy ya empieza a darme igual, aunque, como algunas otras cosas recientes, es algo que seguro quedará guardado, algo que hace recordar otras actuaciones o gestos raros que en su momento fueron sólo eso, pero que en la repetición de otros similares pueden servir para conocer un poco  más a quienes están ahí, no tan cerca como parecía… y para conocer también de forma odiosa mis gestos extraños de antes y de ahora. Rarezas que en otro tiempo angustiaban y que hoy simplemente me acompañan y surgen cuando  menos los demás lo esperan, son parte de mí, persistente e inmutable. No se irán jamás.

 

¡Al grano, plasta!

 

Cuando finalizó mi relación laboral (eufemismo para decir cuando me quedé en el paro) un amigo con puesto de relevancia me ofreció lo siguiente: Monta algo (una empresa) para gestionar un proyecto que yo te ofrezco. No sé lo que durará pero es interesante y creo que es una buena salida para ti. La idea no tuvo más desarrollo porque mi plan era aprender algo o más inglés e irme una temporada fuera de España; sí, una especie de vacaciones, la verdad es que  acabé quemadito de mi actividad administrativa y del ecosistema (menudo submundo) de la Administración Pública. Así que, así se lo dije, lo rechacé no sólo por eso, sino también por cierto orgullo o prurito personal, joder no me gusta esto de tener que reconocer que debo mi trabajo a la gestión o al favor de un amigo con posibles e influencias, no me gustaba entonces y me sigue sin gustar ahora, si bien es verdad que el tamaño de mi orgullo es o será directamente proporcional al periodo de duración de mi prestación por desempleo.

 

Tres amigos, entre copa y copa uno de ellos, que comparte mi situación de paro, me comenta que el otro, presente en el lugar, pero al margen de la conversación, le ha comentado que aquel con puesto de relevancia le dijo que yo había  rechazado la oferta de algo que le hubiera proporcionado a él mismo  y a mi trabajo… Me lo dice de buenas maneras pero como en cierta forma echándomelo en cara, de hecho las palabras que utiliza son, joder tío, "X" me comentó el otro día que eres la hostia que "Z" te había ofrecido eso y le habías dicho que no. Yo le contesté lo siguiente: Bueno, la película es parecida, pero no es así, joder que es que la oferta me la hicieron a mi personalizada, otra cosa es que para desarrollar ese proyecto (que  no lo sé) se hubiera necesitado del concurso de más personas y tu pudieras haber sido una de ellas, o que hubiera sido necesario crear una empresa y tu podrías haber formado parte de ella.

 

Esto  con todas las reservas y dudas y miedos que me merece el hecho de formar una empresa, cosa que  siempre he dicho a "Z" y al amigo que ahora me comentaba esto ( hecho del que han pasado diez meses más o menos) que era mi última opción… Joder, pero ¿qué pasa que ahora voy a ser yo el responsable directo o indirecto de que un amigo lleve dos años en paro, voy a ser además de responsable del mío también del de mi amigo?… No, coño, es que por ahí no paso. Tengo en ese sentido la conciencia tranquila, yo no tengo que aceptar y asumir como lo mejor y lo más conveniente para mi lo que otros, sean o no amigos, planeen, sobre todo si supone que yo me embarque en un proyecto o ejerza determinada actividad laboral. No sé a otros, a mi me resulta difícil, no digo que imposible, trabajar para otros cuando son, o se supone que son, amigos. Me resulta incluso difícil trabajar en pie de igualdad con amigos, porque se tiende a confundir las cosas, y digo esto por mi mismo, porque no es lo mismo tener discrepancias con un socio o jefe o compañero, que es sólo eso (nos podremos llevar mejor o peor, pero no va más allá la relación) que con un amigo. En las maduras todo sería perfecto y de buen rollito, ¿pero en las duras? Que no, que no estoy convencido y punto. ¿Por qué tengo que hacer algo en lo que no creo, inmolarme pensando en lo guay y buen colega que ha sido el que me lo ofreció o lo bien que le podría venir eso a otro amigo? No sé si examinándolo objetivamente, desde fuera, en un juicio digamos de moralidad o de idoneidad debería haberlo hecho, lo cierto es que no lo hice, ni siquiera lo pensé, agradecí, por supuesto, el ofrecimiento (el proyecto conmigo o con otra persona se iba a realizar igual, eso que quede claro) y me olvidé del asunto.

 

Por otro lado, como dije, la oferta se me hizo a mi personalizadamente, y personalizadamente la rechacé, sin más. No entiendo a qué vienen estos comentarios de ahora, y en relación con ello (esto admito que es sólo una suposición mía sin demasiado fundamento) noto en el amigo que en su día me hizo la propuesta cierto alejamiento, como si hubiera interpretado mi negativa como un desprecio o algo parecido… No lo es, al menos no es ese el sentido o la finalidad de mi rechazo, era simplemente que estaba cansado y defraudado de la Administración, necesitaba tiempo para respirar, para tratar de ver si  podía existir un mundo al margen de ella, de lo que había  sido  mi actividad laboral durante los últimos diez años. El tiempo ha pasado y todo me lleva a pensar que  si alguna oportunidad laboral surge esta será otra vez dentro de la Administración. Pero eso no invalida ni afecta a lo que hice o deje de hacer entonces. Si les sentó mal a algunos, pues que le vamos a hacer, coño que el que estaba y está en el paro soy yo.

 

Todo esto me recuerda aquello de: “¡Señor, guárdame de mis amigos  que de los enemigos ya me protegeré yo!”

La duquesa de Alba y nuestro excelso periodismo

Hoy estaba comiendo donde casi siempre, en casa, con mis padres y uno de mis  hermanos. Las nuestras no son casi nunca comidas locuaces. De momento, cruzo los dedos, no falta la comida pero la de las palabras es una carencia llamativa, desde luego no somos nosotros ejemplo de la tradicional y legendaria sobremesa  española o de la comida familiar en la que además de pan y viandas se comparten ideas y vivencias. No, y cada vez  de forma más acusada, nuestras comidas son bastante silenciosas, como si todo estuviera ya dicho o, más bien, como si no hiciera ya falta alguna exponer o revelar lo que nunca se  reveló ni expuso. Quizá por eso nos hacemos acompañar, aunque sea como pésima  música de fondo,  por la televisión. Hoy era uno más de esos días. La música, sin  embargo, de un tiempo a esta parte es bastante repetitiva. Llevan ya una semana o más, he perdido la cuenta, hablando de una supuesta relación entre una anciana señora,  la duquesa de Alba, y otro señor menos  anciano y hasta la fecha bastante desconocido para los televidentes.

 

Pues bien, hoy no he podido más y pese a que ese tipo de programas me trae bastante al pairo,  lo cierto es que no puedo dejar de escuchar, más bien oir ( y también  ver) lo que en  ellos se dice, se  muestra y, lo que no es menos trascendente a los efectos que aquí me ocupan, cómo se cuenta y cómo se muestra. Hoy al ver esas imágenes he saltado en alta  voz y he dicho: "no hay derecho a esto; sea la duquesa de Alba o la vecina del séptimo. Esto es un acoso intolerable, que la dejen en paz de una vez, no ven que es una anciana". Cómo es posible que en un país que se dice desarrollado este tipo de conductas no sólo no estén prohibidas sino que encima se atrevan a calificarlas como de periodismo. Me gustaría saber qué tipo de periodismo se enseña en nuestras facultades, qué  tipo de comentarios y análisis merecen este tipo de programas cuya máxima y más importante función  es desvelar intimidades, penurias y líos de alcoba de gente  más o menos famosa. ¿Dónde están los señores catedráticos  y profesores de esas escuelas de periodismo? ¿Por qué no salen a la palestra, por qué no salen y escriben y dicen en esos medios que esto  no es periodismo, que esto no es lo que ellos enseñan?...¿ o acaso sí  lo es?. Digo que llevo una semana, o más, viendo literalmente cómo se persigue a una señora mayor que apenas puede sostenerse en pie y mantener una conversación inteligible con el cuento y la excusa miserable y ramplona que es de interés público informar sobre los supuestos amoríos de senectud de la citada. ¡Válgame Dios y nadie se escandaliza de este malsano y mezquino acoso! ¿ Será porque es rica? y como tiene dinero y propiedades e hijos famosillos que aguante el tirón y que vea y padezca en propias carnes cómo se persigue a una persona y se construye toda una teoría del impedimento matrimonial al que se ve sometida la pobre duquesa por sus desalmados hijos que no la comprenden.... Los desalmados sois vosotros, buitres de la foto, carroñeros del cotilleo, que vivís de las miserias y debilidades ( o fortalezas) ajenas. Si la duquesa tiene o no novio, si se quiere casar o no, si tiene rollos, líos, amigos, amigas o lo que sea, es cuestión que no merece ser publicitada. Eso, señores, no es periodismo, eso es cotilleo de la peor calaña... Hacen falta no una ni dos ni tres querellas, sino cientos, hay que cerrar a base de sentencias este tipo de programas y echar de periódicos, revistas, radios y televisión a estos sucedáneos de periodistas que viven de los despojos de la privacidad de los demás... Lo mejor, claro, lo más efectivo en este país nuestro de charanga y pandereta,   sería un programa alternativo, mucho más fuerte que "sé lo que hicisteis", que pagara a estos carroñeros con la misma moneda, es decir, que se sacaran los amoríos, los paseos por la calle, las comidas en restaurantes de aquéllos, que literalmente se les persiguiera, que se apostaran día y noche ante la puerta de la casa de esos desalmados y se hiciera público en televisión todo eso que, sea bueno, malo o regular (eso depende de la  moral y escala de valores de cada uno) forma parte de la esfera privada de cada individuo... ¿Aguantarían estos periodistillos el mismo régimen de "información" sobre  sus personas que ellos hacen soportar (y pobre del que se niegue a soportarlo, que enseguida se aprestan a crucificarlo) a otras personas por el mero hecho de que son conocidas, famosas o relevantes en un  determinado sector de la actividad social?

 

Los periodistas, los que lo son de verdad (no quedan muchos) deberían investigar, entre otras cosas,  el por qué son una de las profesiones peor consideradas por el común de  los mortales.... Si es que sois los celestinos de la modernidad....

 

Me niego a creer que la opinión pública sea lo mismo que la opinión publicada, porque, si así fuera, no habría duda de que tenemos lo que nos merecemos.

 

 

GRANDES COMPAÑÍAS, MEZQUINAS ACTITUDES

Hacía tiempo que no escribía. Nada ha cambiado, ni siquiera la famosa avería de casa que va camino de ingresar en el libro Ginness  de los records. Desde el 29 de junio hasta la fecha para arreglar una gotera por rotura de tubería. Si el inquilino no es en la inmensa mayoría de los casos la parte débil de la relación jurídica que se  establece  entre él y el propietario, éste sería un ejemplo que demostraría lo contrario. Por mucho que intente templar gaitas el abogado al que me he visto obligado a ir, al que me han arrastrado, lo cierto es que no hay todavía arreglo porque al propietario, más concretamente a quien administra sus  bienes en su nombre, no se le pone en las narices y hay que aguantar o irse a un pleito,  que se eternizará y en el que casi es como jugárselo a la lotería, porque, como me dice el letrado, hay sentencias de todo tipo. De nada valen los escritos, los cabreos, las tropecientas llamadas telefónicas. Lo arreglarán definitivamente cuando a ellos, o sea, el administrador y  la persona a quien él contrata para ello, su amiguete, lo consideren oportuno y, como he dado guerra, incluso vociferado (la paciencia tiene límites) pues están tensando la cuerda y la táctica, para mi, es clara: "que se joda, que espere un poco más; que vaya a juicio si quiere, total la casa no es nuestra y ya lo arreglaremos antes de que llegue la sangre al río, pero mientras tanto, que el niñato, me imagino que así me consideran al ser más joven que ellos, y su familia se fastidien y joroben un poco más". Total, que así estamos, sin apenas poder entrar en la cocina de la que nos hemos visto obligados a retirar la encimera y el fregadero, con el suelo levantado, las tuberías al aire y los electrodomésticos cambiados de ubicación. Hay gente despreciable en este mundo, el responsable de este sinsentido forma parte de ese grupo cada vez más amplio.

 

En mi caso la indignación, como otras veces la tristeza, con o  sin causas reconocibles, es lo que me ha llevado a redactar unas líneas. Sólo así soy capaz de tranquilizarme, supongo que puedo imaginar otros métodos pero éstos serían de muy dudosa legalidad y me temo que a la larga también de dudosa eficacia.

 

Hay situaciones que en si mismas consideradas son banales, sin importancia. Pero cuando esas se producen en determinados ambientes o se  unen a un cúmulo de injusticias o desgracias previas entonces son capaces de desencadenar sentimientos quizá desproporcionados y, en este caso, el presente escrito. Me refiero en concreto a dos situaciones: El anuncio de la  compañía "2A" o "A al cuadrado" ( hay que escribirlo así, porque luego a este tipo de cosas sí hacen el oportuno y pertinente caso y no esta uno como para encima verse sometido a la demanda o querella de turno, para esto si pueden ser eficacísimos) en la televisión, que lo he visto justamente cuando esa compañía con la que teníamos una  póliza de hogar desde hace tiempo nos  da la espalda en el asunto que comentaba al principio y después de estar pagando varios años, más de uno, de dos y de tres, una cantidad que ronda los 300 euros, después de habernos atendido el año pasado sin problema, vienen y se descuelgan con que existe lo que llaman "infraseguro" en la póliza y que no pueden actuar, ofreciendo una indemnización irrisoria que a fecha de hoy todavía no me consta hayan ingresado en la cuenta corriente del  asegurado, mi padre. Pero eso no es lo peor, lo peor son las formas. Escasa, por no  decir nula, atención  y consideración. Tras  la visita de  la  perito ( ¿o ahora hay que decir perita?) correspondiente, casi una semana después del aviso de gotera, nadie se pone en contacto con el que suscribe ni con el titular de  la póliza para explicarle porqué una señora o señorita afirma ( tenga o no tenga razón, ese  es otro tema)   que existe  infraseguro y que por lo tanto de reparar la avería "nones", que se queda Vd. con la fuga de agua, con el techo agrietado y si se le  inunda la casa o se le cae el techo encima no  es cosa nuestra. Solicito primero por escrito (tres), seguidamente en persona: visita surrealista a la sede mastodóntica de la  Compañía en la ciudad en la que resido ( muy bonita la oficina, oigan) en la que, como si me estuvieran haciendo un favor, no  exagero nada, me dan un número de teléfono de una centralita para que llame  y me entere de quien es el gestor de mi siniestro, ellos no saben si existe, si es persona animal o cosa  y,  esa  es la impresión con la que sale uno de las meritadas oficinas, tampoco quieren saberlo. "Allá se las apañe Vd." Finalmente, mediante llamada telefónica (dos) que atiende amablemente una, presumo, señorita, la cual no puede pasarme con el gestor o tramitador de mi siniestro, bien porque no está,  bien porque está muy  ocupado. La telefonista toma nota de  mi número de teléfono móvil diciéndome que en breve (todo es relativo en esta vida, en breve puede significar antes de mi fallecimiento, ya sabemos todos cuán fugaz es nuestra existencia  terrena) se pondrán en contacto conmigo. Eso sí, el servicio de atención al cliente me envió,  en contestación a  uno de los  míos previos, escrito  diciéndome, con una redacción estereotipada y propia de un modelo que  seguro utilizarán tropecientas mil veces, que todo estaba correcto, mandaron también sibilinamente en sobre aparte y con acuse de recibo el nombramiento de un perito que yo no sabía entonces para qué  era  y que, tarde, me he dado cuenta de su trascendencia. Comprenderán ustedes que ahora al ver el anuncio ese  tan bonito de la empresa en la televisión a mi se me ponga la cara rara y si  "A2" anuncia lo que anuncia, yo digo que sí, que por el monte las sardinas.... Que ustedes se han comportado conmigo de forma grosera, sin explicación ni atención alguna y que  lo de inventar nuevos seguros, sin son cómo estos mejor nos quedamos con los antiguos señores de "ARSA", perdón "A2".

 

Pero no  acaba aquí la cosa, no. Este verano leí una novela que la verdad  me enganchó de principio a fin como hacía tiempo que no lo conseguía ninguna. Se titula... mejor no voy a decir el título, no sea que además de esto se beneficie la editorial. A lo que voy, dado que forma parte de una trilogía decidí investigar un poquito y me metí con des-parpajo y tino en la página  web de la editorial correspondiente, sin duda una de las más prestigiosas del país. En la  página aparece abundante información sobre la novela, su espectacular acogida, su buena crítica y bla, bla, bla. No aparece, yo no lo  vi, referencia alguna a la publicación en España  de la segunda parte, aunque, eso sí, ya nos  venden con la primera un anticipo mínimo de ella. Como en la página Web hay un apartado que se titula contacte con nosotros, o algo así, pues decidí, ingenuo de mí, enviar un correo electrónico al departamento correspondiente solicitando información sobre la fecha aproximada en que se tenía prevista la salida del segundo tomo de la trilogía, que uno estaba ansioso por leerla. Transcurren las semanas y nada ni  acuse de recibo, ni respuesta ni nada de nada...Muy típico esto en España, por cierto. Vuelvo a la página de la editorial y envío otro atento correo indicándoles que dada su importancia, la de la editorial, me ha extrañado no recibir respuesta alguna... Transcurrida otra semana desde este último correo les mando otro más con cierta indignación y les manifiesto a los señores/as responsables que no responden que la mínima diligencia de una empresa seria que se publicita y ofrece determinados servicios en la red, incluido el de atender y permitir a sus clientes ( entiendo que clientes somos también todos los que hemos comprado y leído un  libro de la editorial) contactar con la empresa para solicitar información o  mandar sugerencias, es el  de contestar. La contestación puede ser un simple modelo de recepción del escrito  o si acaso el de indicar que, sintiéndolo mucho, no podemos atender su petición. Vamos que es muy sencillo decir que no le respondemos porque no nos da la gana, pero hay formas y formas. Basta una simple formalidad para que el cliente no se sienta despreciado. La educación  es una  formalidad arbitraria, pero me temo que es muy necesaria para vivir en sociedad y, sobre todo, en lo que a  mi concierne, para que esa editorial que se  supone prestigiosa pueda  venderme un solo libro más. Sería bueno que en este país se adoptaran determinadas prácticas sociales y mercantiles que son moneda común en otros países a los que, dando muestra de  catetismo y superficialidad, algunos tildan de artificiales, engolados, falsos o hipócritas...

 

Lo que sí es hipócrita es autoproclamarse como grande y bueno cuando a la hora de la verdad, en el asunto cotidiano, no te  comportas como tal, mejor dicho te comportas sólo como grande, imponiéndote de forma unilateral al pequeño, ya sea mediante la letra pequeña que nunca te preocupaste de resaltar ni explicar o guardando irrespetuosos silencios porque las peticiones de  información de un simple lector ni siquiera te  resultan molestas, son simplemente insignificantes...Ojalá  un día ese que consideráis pequeño se convirtiera en un gigante, entonces bueno no sabemos si sería pero de lo que no iba a carecer es de memoria...

Break up

Doler creo que ya dolió lo suficiente y ahora sólo queda cerrar y auto curar, aunque quede cicatriz. Tengo la sensación de que yo también en un futuro no muy lejano podré experimentar eso que ella tan bien sintetizó "ya no te pienso ni te siento igual". De hecho ella para mi hace tiempo que no es la misma, seguramente a la inversa se pueda decir lo mismo de mí. Así, por ejemplo, no la  recuerdo describiéndome sus lecturas y opinando sobre ellas, ni tampoco hablándome con toda tranquilidad y naturalidad por teléfono. No es una crítica, al contrario, es la expresión de que está bien, mejor, y así debe continuar.

 

Hablar o hacer afirmaciones más o menos genéricas con respecto a las relaciones hombre-mujer es estúpido, mucho más por mi parte que no soy precisamente un modelo a seguir en ello, que no las he sabido sobrellevar. Creo que nunca he tenido una relación estable y normal. De mi experiencia extraña y parcial sólo he podido sacar la conclusión de que ellas tienen más capacidad para pasar página. Incluso en aquellos casos en que he sido yo el que ha roto o provocado la ruptura, han sido ellas las que con más rapidez que tardanza han encontrado sustituto, siempre ha surgido alguien mejor o más normal, más recíproco, alguien con el que casi siempre, por comparación de lo que sucedió conmigo, se han sentido más a gusto. Cuando lo analizo o pienso sobre ello no puedo más que sentirme estúpido y ridículo. Desde luego, no puedo decir que sea el más listo de la clase en esta materia. Me cuesta seguir viviendo, aunque la vida que llevaba con ellas o junto a ellas también me causara agobios.

Seguramente el problema sea mío y no suyo. En aquellos casos en que eran ellas las que decían adiós no recuerdo que nunca lo hicieran porque se sintieran más amadas que amantes, porque supusieran que el tiempo sólo traería dolor, no, nunca dieron el salto al vacío, sin pensar en nada más y sin tener a nadie cerca de la red. Unas veces es que se cansaban demasiado pronto, otras que eran demasiado jóvenes para atarse a una persona, otras que les gustaba jugar y coquetear con unos y otros, otras simplemente que apareció alguien que les gustaba más, algunas, quizá, que yo no era la persona que esperaban. No genero seguridad ni protección, y eso, me temo, es muy del gusto de ellas... Soy consciente de que una vez que dices adiós no puedes esperar que vuelvan a decirte hola, así que todo esto no es más que un ejercicio inútil de divagación y a lo peor de autocompasión.

 

Me sorprende y asombra esa capacidad para el cambio de chip; que alguien que te gustaba mucho, que te desataba pasiones, de repente sólo sea alguien con quien mantener cierta relación de amistad es no diré que imposible, pero sí paradójico, a mi me ha costado normalmente años pasar a esa fase... Es muy femenino, lo ha sido en mi vida, aquello de: "serás uno de mis mejores amigos", "no quiero que una persona como tu desaparezca de mi vida", "estaré a tu lado siempre que me necesites"... "Quedamos a tomar café cuando quieras". Claro que puede pasar y hasta es bueno que pase, pero tan rápido!!! Mis parámetros no están preparados para tales cambios, tan rápidos y tan bruscos.... Cómo es posible que no se den cuenta de que no eres tu la persona adecuada para hablarle de su novio, de sus problemas domésticos con él, de que no le veo en diez días, de que no me llama, de que... lo que quiera que sea, joder tía pero no ves que no, que todavía no estoy preparado para eso. No ves (o es que no quieres verlo) todavía una mirada de deseo en mis ojos. Sí es cierto que uno sigue buscando ese contacto, porque eso, sobre todo al principio de la ruptura te permite seguir manteniendo ciertas esperanzas, necesitas como una droga  dosis de presencia, real o imaginaria. Es algo difícil de controlar y creo que ahí es donde debería expresarse realmente esa amistad, impidiendo, si es necesario abruptamente, que esa situación se prolongue en el tiempo porque desde luego no es beneficioso, en particular para quien todavía no asimila que nunca jamás volverá a vivir determinadas situaciones, que ya es demasiado tarde para rectificar, para comportarse de otra manera. Que ya hubo una oportunidad y que ésta se esfumó, que la vida no pasa en balde, tampoco las personas.... Por tanto quien de los dos se encuentre en situación más estable debería, creo, tomar las riendas y poner fin a ese goteo de falsa amistad.

 

Ayer  me despedí, esta vez de verdad y creo que,  si no es para siempre, sí para un largo tiempo. Ayer le  (para mí siempre será “la”, porque es a ella, pero parece ser que está mal dicho) dije que no puedo ser ese amigo que ella pretende, ese amigo que soy yo para ella. No puedo, mis recuerdos, mis pensamientos, mis deseos me lo impiden. Ya no es lo de hace algunos meses, ese interno destrozo, ese constante dolor del que no sabía como salir, como apartarlo de mi. Afortunadamente ya no pienso en ella constantemente, viene a mi de vez en cuando  y ya soy capaz de luchar contra esa aparición, apartarla de mí, a veces cuesta, a veces determinadas canciones me arrastran hacia la tristeza y l a rabia pero, como digo, ya no es lo de antes… 

Después de tantas cartas, de tantos rollos como la (o "le") mandé en el pasado, ayer conseguí ser escueto y certero…

 

¿Se sentirá por fin aliviada? No, eso no, de hecho creo que  estaba ya en una fase en que no sólo no la (o "le") molestaba que estuviera ahí, sino que hasta de alguna forma le agradaba. Este adiós, pues se lo habrá tomado como tantos otros que pronuncié y luego no cumplí, pero ahora es diferente. Si alguna vez llama, bien, pero quería que supiera que no, que el rollo este del amigo al que le cuentas todo pues que no puedo soportarlo, no puedo aceptar que me hable de él, de que está bien o está mal con él, de que está conviviendo desde hace un mes …etc.. No, lo siento. Además, tras las conversaciones con ella pues me pasaba dos o tres días, o toda la semana, volviendo a recordar, a revivir y quiero poner fin a eso de una vez.